15 de octubre de 1974. Muere el pintor Miguel Diomede

Iniciado con una pintura de grueso empaste, fue progresivamente sutilizando las formas. Sus autorretratos y sus naturalezas muertas se cuentan entre lo más significativo de la pintura argentina. Nació en Buenos Aires el 20 de julio de 1902.

Estudio (Retrato de mujer)

​​A fines de la década de 1930, cuando Diomede pintó Estudio (Retrato de mujer), su producción artística se encontraba íntimamente ligada al circuito cultural de La Boca. Exponía en el Ateneo Popular, su taller lindaba con el de Victorica y compartía con varios de los artistas que habían dado prestigio al barrio su origen inmigrante y su condición de trabajador: al igual que Cúnsolo, Quinquela Martín o Lacámera, entre otros, los comienzos de Diomede en la pintura estuvieron sujetos a las horas que restaban después de la jornada laboral (1).
Tras un paso breve por la academia, su formación estética se desenvolvió de manera independiente respecto de maestros e instituciones, aunque nutrida en el diálogo con sus pares y la información visual proveniente de exposiciones y revistas contemporáneas. En 1954 viajó a Italia, cuando ya se había forjado las armas del oficio y afianzado los principales rasgos de su poética. Para entonces el pintor transitaba los espacios oficiales con cierta regularidad desde 1941, cuando se presentó por primera vez en el Salón Nacional. Casi veinte años más tarde, el MNBA, bajo la gestión de Jorge Romero Brest, montó la que sería su primera exposición retrospectiva.
Con Diomede el Museo inauguraba un plan de exhibiciones que tenía como objetivo promover a artistas nacionales cuya producción aún no había sido lo suficientemente valorada, de acuerdo a las palabras expresadas en el catálogo. Es posible que, aun contando con varios galardones en su haber y una presencia sostenida en los circuitos expositivos, el artista no gozara de una popularidad equivalente a la de Victorica, por ejemplo (2). En contrapartida, la selección de obras presentadas en el Museo mostraba un artista valorado entre los coleccionistas locales: dos tercios de la muestra se habían montado con el aporte privado; la nómina abarcaba desde activos promotores del arte contemporáneo como Luis León de los Santos –entonces propietario de Estudio– o Luis Arena, por ejemplo, hasta nombres prestigiosos ligados a un coleccionismo de altos recursos económicos como Augusto Palanza, Ignacio Pirovano o Ignacio Acquarone, entre otros.
Tal como mostraba esta primera retrospectiva, la figura humana, a través del retrato y el autorretrato en especial, cubrió una de las principales áreas de interés en la pintura de Diomede (3). Estudio indagaba en este terreno y esbozaba una lectura personal de los cambios que atravesaban los realismos contemporáneos tamizados por las conquistas de vanguardia. En la línea de un lenguaje figurativo liberado de necesidades narrativas, el artista minimizó el detalle explorando las posibilidades expresivas del elemento pictórico, el color y el matiz. Mediante un movimiento que reduce el espesor de la materia desde el rostro hacia el entorno potenció la atracción ejercida por la figura de la mujer, aislada y concentrada sobre sí misma. Mientras tanto, el espacio pierde materialidad hasta que el mismo soporte adquiere un valor en la superficie pictórica amalgamado en los tonos tierras del óleo. Esta cualidad de lo “inacabado”, que ha sido motivo de distinción para la pintura de Diomede (4), termina por involucrarse en la misma descripción de la escena otorgándole un plus de sentido.

 

Texto de Talía Bermejo)

 

Notas al pie

1— Esta situación de los artistas boquenses en particular ha sido sintetizada por la historiografía bajo el rótulo de “artistas proletarios” en alusión a su condición socio-económica y a las trayectorias artísticas atravesadas por la necesidad de subsistencia.
2— Véase la ficha correspondiente a Cocina bohemia (inv. 1903) en este volumen.
3— En uno de los primeros abordajes de su producción, Elena Poggi identifica los retratos de Diomede dentro de una dirección romántica de acuerdo a la que el modelo “no es más que el pretexto de su obra, el vehículo empleado para hacer conocer sus propias confesiones”. Véase: Miguel Diomede. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1963, p. 27-33.
4— Entre otros, Roger Pla, “Nota crítica” en: Miguel Diomede. Muestra retrospectiva 1928-1973. Buenos Aires, LAASA, 1974; Luisa Rosell et al., Diomede. Pintores argentinos del siglo XX. Buenos Aires, CEAL, 1980, nº 11 y Juan Corradini, “El desafío de lo inconcluso” en: Obras del taller de Miguel Diomede. Buenos Aires, Fundación San Telmo, 1981.

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