Que Daniel Martín Bresler o Adolfo León D’Achari o Dachari el cabecilla de la sedición o rebelión presidiaria de aquel 23 de mayo de 1916? Escenario: la cárcel de Neuquén, capital desde hacía casi doce años, cuando se inició la cárcel en la Confluencia en precario galpón de chapas. Dos meses después, un informe del director de la cárcel Rafael E. Castilla adjudicaba el liderazgo de la revuelta y fuga al último de los nombrados, pero Dachary parece que no participó de la fuga o se arrepintió. Castilla en su escrito al gobernador Eduardo Elordi lamentó el episodio: «Esta casa fue escuela de una disciplina consciente que hacía de los recluidos elementos dóciles y resignados; ocho años de labor continuados fueron malogrados por la perversidad insospechable del procesado Adolfo L. Dachary, individuo con seis entradas y de pésimos antecedentes, en complicidad con elementos que él sobornaba y que resultaron ser más tarde los cabecillas Daniel M. Bresler, Sixto Ruiz Díaz, Pedro Manguillague, Juan Herrera, Cantálico González, Fructuoso Padín, Clemente Maidana, Dionisio Soto, Angel Gosela, Desiderio Guzmán y Francisco Cerdá.
El jefe carcelario culpaba del grave hecho a «elementos incorporados de la Pampa Central» con condenas de 20 a 25 años influenciados por Dachary (en verdad D’Achary) ya que los presos zonales no acompañaron el plan de evasión. Lo cierto fue que Bresler –con familia boers en San Martín de los Andes– se constituyó en uno de los principales protagonistas de la rebelión y fuga. Con motivo de discusión y pelea entre presos y custodios, Bresler tomó un fusil de la cuadra donde estaban las armas de la guardia y disparó contra el sargento Domingo Riquelme, jefe de servicio, y la revuelta comenzó a tomar vuelo entre los 160 reclusos. El desorden se incrementó. Varios gendarmes fueron heridos. Un custodio y un preso –raro– avisaron de los hechos al director y subdirector y el primero, pistola en mano, intervino en la refriega, pero luego se retiró.
«Los presos ya dominando completamente la guardia se formaron bajo las órdenes del cabecilla Daniel M. Bresler, el que imponiéndose con actos de violencia, obligó a salir a todos los reclusos y emprender marcha en dirección a la jefatura de Policía, siendo tiroteados por el jefe de la guardia de la cárcel que concurría armado de un máuser al lugar del suceso». Los revoltosos recorrían el tranquilo poblado haciendo disparos con máuser y en la jefatura de Policía arrebataron algunas armas, pues la mayor parte y la caballada habían sido retiradas. El objetivo principal era llegar a Chile y para ello intentaron poner en marcha una locomotora del galpón de máquinas, pero no lo lograron.
El gobernador Elordi, sorprendido por la revuelta y fuga trataba de coordinar acciones para afrontar con eficacia el descalabro carcelario y –por caso– brindar más seguridad al banco. «Pavor y caos, caballos, armas y municiones era lo más codiciado por los prófugos. Comenzó la inmediata huida rumbo al Oeste, a la libertad forzada que no todos alcanzarían. Al paso por Plottier robo, sangre, terror y muerte se hicieron presentes: el pionero ingeniero Adolfo Plottier asesinado con disparo en la nuca». «Por puro espíritu de perversidad». (Dr. A. M. Unsain, informe, 1917). El gobernador pidió ayuda telegráfica a las comisarías de Allen y General Roca, pero no tenían armas, alertó a la de Cipolletti por el posible cruce del puente ferroviario y telegrafió al Ministerio del Interior que en rápida decisión hizo fletar un tren especial con ciento cincuenta marinos de la base Puerto Belgrano (solamente tres sabían montar). Arribados a la estación Neuquén, salieron en persecución pero no pasaron de Senillosa.
Algunos de los presos no participaron de la fuga, otros se entregaron o fueron recapturados y los que seguían costeando el Limay, en Arroyito asaltaron y robaron el ramos generales de Finochetti Hermanos. Después, ya en Chocón «los evadidos en número de cuarenta más o menos, habían pasado a las 2 a.m. del día 24 de mayo capitaneados por Bresler, el correntino Maidana y el español Cerdá» (testimonio de Carlos N. Laplace de El Chocón)
Eduardo Talero, entonces máximo jefe policial del territorio neuquino emitió circular recomendando «especialmente la captura de 58 de los prófugos» con datos de los fugados: 30 chilenos, 20 argentinos, 2 españoles, 2 italianos, un francés, un belga, un uruguayo y el sudafricano Bresler, que era, según el gobernador Elordi, «un espíritu Moreira» y del que casi no se comprende como faltándole poco tiempo para salir en libertad tomó semejante violenta decisión. De documentación consultada surge que por entonces tenía «27 años, casado, criador, blanco, rubio, poca barba, ojos azules, nariz regular, estatura 1,69 m, domiciliado en San Martín de los Andes».
Luego de pasar Cabo Alarcón, Picún Leufú, Carro Quebrado, Las Barditas rumbo a Chile llegaron a Zainuco donde se produce la trágica muerte de varios fugados. Antes, Bresler se había separado del grupo principal con dos compañeros (ahogados en el Collón Cura) en busca de su hogar para cruzar a Chile. Dejaba atrás a los perseguidores: inspector de policía Adalberto Staub y comisarios Alfredo García Ponte y Francisco Blanco. Bresler, desde Chile siguió a Estados Unidos y con los ingleses participó en la Segunda Guerra Mundial. De regreso al país y luego de estar en la zona, falleció en Buenos Aires en un centro de salud mental.
Esta historia y sus consecuencias tienen otros capítulos, el principal la muerte violenta de los periodistas Abel Chaneton, diario «Neuquén», y su colega Carlos Palacios de «El Regional» de Allen, (18 enero 1917). Chaneton luchó por el esclarecimiento de las ocho muertes en Zainuco. Palacios, en la otra vereda. Fue un duelo a tiros y el bar neuquino «La Alegría» el trágico escenario y epílogo periodístico de la gran fuga de presos de hace 90 años.
Por Héctor Pérez Morando Especial para «Río Negro»
Bibliografía principal: Album aniversario Neuquén, 1979. Ministerio del Interior, La investigación, 1917. Koon. R.A. Acontecimientos, 1992. Archivo diario «Río Negro» 1916/17. Diarios de Sesiones, Congreso de la Nación. Chaneton, J.C. Zainuco, 1993. Pérez Morando, H. Notas en «Río Negro», 1992, 93 y otros.