El centenario de Juan Rulfo

Narradores, académicos y críticos literarios de la Argentina reflexionan sobre la trascendencia de la obra del escritor a partir de cuatro preguntas clave sobre la vigencia de su literatura

FUENTE: Diario La Nación

En una semana con varios homenajes a Juan Rulfo por el centenario de su nacimiento, cuatro voces autorizadas de la literatura argentina hablan de la obra del genial narrador mexicano, en la que destacan la fuerza de su oralidad, el minimalismo y la presencia de los escenarios místicos, entre los que estacan el pueblo de Luvina, que da nombre a uno de sus cuentos más populares, y Comala, escenario de su novela Pedro Páramo.

-¿Se sigue leyendo a Rulfo en el país? ¿En qué medida?

Pedro Luis Barcia (académico): En los programas universitarios hoy aparece escasamente. En nuestra cátedra (que no es literaria sino cultural) en una Facultad de Comunicación hace veinte años que tenemos a Pedro Páramo acompañado de una guía de lectura que allana ciertas dificultades textuales. En la escuela secundaria es frecuente que se lean y comenten un par de cuentos de El llano en llamas; acabo de incluir uno en manuales que he revisado. No disponemos de lectometrías -digamos así- probadas de supervivencia en los lectores hedónicos. Su novela no es fácil para un lector no avezado. Más accesibles son sus cuentos. Como en casi todo, tal vez el lector común lo compre más de lo que lo lea. Rulfo tuvo su ola de difusión. Ahora se ha amortecido un tanto, pero como buen clásico que es retornará como las estaciones.

Marcos Crotto (narrador, ganador del premio Juan Rulfo): Rulfo es una lectura obligada, en el sentido literal del término: está en el programa básico de lectura de colegios y de algunas carreras universitarias humanistas. También se lee en los talleres literarios para lectores iniciados, que acá proliferan. Además, Pedro Páramo y El llano en llamas, vienen pegadas en la edición más conocida, uno se lleva dos por uno. No hay que subestimar este aspecto comercial que despierta al amarrete que todos llevamos dentro. Otro elemento extraliterario de peso es que es un autor bien visto. Recomendar a Rulfo quiere decir que se tiene un poco de sensibilidad social y siempre es bueno tenerla o aparentar que se la tiene.

-¿Qué aspectos se valoran más de su literatura? ¿Cómo se lee y cómo se entiende a Rulfo?

Samanta Schweblin (narradora, ganadora del premio Juan Rulfo): A veces deslumbra su mirada documentalista, por cómo ha captado su entorno -la pobreza, el hambre, el campo, los excluidos-. Pero creo que muchos de sus cuentos, y sobre todo Pedro Páramo, son sobre todo construcciones de maquinarias narrativas muy originales. Absolutamente innovadoras para el momento en que fueron escritas y de un minimalismo, una precisión y una delicadeza de absoluta maestría.

Celina Manzoni (académica): La creación de un lenguaje, la construcción de tramas sencillas, en apariencia, pero cargadas de sentido, la profundidad en el trazado de sus personajes. Y me parece que esto es así porque casi todos los personajes de los cuentos de El llano en llamas, por ejemplo, se constituyen, desde una voz reconocible en el cruce entre lo individual y lo social en el llano, un espacio natural inclemente de sus cuentos: la religiosidad y la culpa en «Talpa»; la soledad y el viento en «Luvina»; la injusticia en «Nos han dado la tierra» y en «Es que somos tan pobres». Pero quizás lo fundamental en la experiencia de la lectura esté en las voces de esos personajes; en su individualidad alcanzan, aunque decirlo así suene algo pedante, la dimensión de lo universal; interpelan, hacen reflexionar, conmueven incluso en su desesperanza o quizás por su desesperanza en la que sin embargo no deja de filtrarse, a veces un pálido humor.

-¿En qué autores contemporáneos del país se puede rastrear la pista de Rulfo?

Manzoni: Héctor Tizón, en sus primeras novelas: Fuego en Casabindo, El cantar del profeta y el bandido y en los cuentos de El jactancioso y la bella y de El traidor venerado, en los años setenta hace suya, si fuera posible decirlo así, la lección de Rulfo. La invención de un lenguaje, su capacidad para expresar un mundo y el ambiente de la puna jujeña lo acercan a Rulfo. Es interesante encontrar algo más que «la pista de Rulfo» en algunos escritores que en el fin de siglo buscan construir una nueva estética. Rulfo pasaría a ser para algunos de ellos algo así como el maestro postergado. Opacado quizá por los brillos del boom, aunque los mayores reconocieron siempre su maestría, escritores jóvenes en diversas geografías de América encuentran o quizá reencuentran a Rulfo y lo homenajean iniciando sus novelas con variaciones sobre el célebre comienzo de Pedro Páramo: «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo». Un inicio que vuelven casi tan célebre como el del Quijote. Enrique Vila-Matas, admirador de Rulfo (y también de Monterroso), empeñado en abrir nuevos caminos para la literatura española, en Historia abreviada de la literatura portátil encomia la superioridad de los textos livianos, de fácil transportación, sobre las obras insoportables y, en consecuencia, intransportables. En Bartleby y compañía se divierte con los autores que han elegido la práctica de lo que denomina la literatura del «no». También Roberto Bolaño homenajea a Rulfo. En sus «Consejos sobre el arte de escribir cuentos», dice: «Hay que leer a Rulfo y a Monterroso», y en uno de sus últimos escritos advierte que «allí mero donde se aburre una osamenta, se puede divisar ya Comala, la ciudad de la muerte». En fecha reciente, Cristina Rivera Garza publicó en México Había mucha niebla o humo o no sé qué, un libro sobre Rulfo que provocó un escándalo mediático y acusaciones de plagio.

Barcia: Respecto de Rulfo, en Argentina no se dan casos como los de la proyección franca de García Márquez en la obra de nuestra María Granata. Pero puedo señalar la impronta rulfiana en el último Osvaldo Soriano, en relatos de Luisa Valenzuela y en algún cuento de Antonio Di Benedetto, como «Aballay». Pero esa presencia se da más en la sobrehaz expresiva, que en la intencionalidad semántica.

Schweblin: Creo que hay algo de él en casi toda mi generación. Formé parte hace un mes atrás del jurado que entregó el premio Alfaguara a Ray Loriga. Todo el jurado estuvo de acuerdo en que su novela era muy «rulfiana», lo que armó una gran discusión acerca de qué era lo rulfiano, y la duda de si acaso no estábamos generalizando demasiado su influencia. Sin embargo, lo primero que dijo Loriga cuando subió a recibir su premio, fue agradecerle «al maestro», a Juan Rulfo.

-¿Es universal la literatura de Rulfo?

Barcia: Como en todas, la narrativa mexicana tiene muchas naves de cabotaje. Pero desde sus astilleros ha lanzado al mundo buena flota de ultramar: Fuentes, Del Paso, Villoro, Rulfo. Pedro Páramo -que porta en su apellido un sello que asocia hombre y entorno- conlleva en su seno dos o tres mitos asociados: el hijo de la violación que busca su padre, el viaje al infierno, el diálogo escatológico con los muertos. Su relato está transido de ecos del sustrato indígena, del mundo clásico grecolatino, de los libros bíblicos que orean el relato. Todo ello le da apertura universal.

Crotto: Por ejemplo, en «Talpa», en «No oyes ladrar a los perros» y en aquel fragmento maravilloso de Pedro Páramo donde una muchacha recuerda el entierro de su madre al que no fue nadie, se introduce al lector en la traición de los amantes, en la difícil relación entre padres e hijos y en el dolor por la muerte de la madre. Son temas universales y concretos. Y uno podría entonces decir que sí, que es universal. Pero va más allá. Cuando se lee se vislumbra que hay algo sagrado en esas vidas, que hay algo que las trasciende y que ese algo nos hermana a ellas. Rulfo nos lleva a un misticismo de pies en la tierra.

Tres sedes en busca de un autor
Mañana a las 19

Proyección del film Purgatorio, del mexicano Roberto Rochín, basada en textos breves de Rulfo. En el Auditorio Jorge Luis Borges del Museo del Libro y de la Lengua (Av. Las Heras 2555)

Viernes a las 19

«Rulfo desde el presente de la literatura latinoamericana»: mesa redonda con Federico Falco, Liliana Colanzi y Rodrigo Márquez Tizano. En Eterna Cadencia (Honduras 5574)

Hasta julio

Se puede visitar la muestra Juan Rulfo. En la tierra de las voces, en la sala Leopoldo Lugones de la Biblioteca Nacional (lunes a viernes de 9 a 21; sábados y domingos de 12 a 19)

Esta nota es parte de una producción integral realizada para el Grupo de Diarios América (GDA)

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