El folclore de luto

cARNOTA 20_nRaúl Carnota: Adiós a un músico.

Con la muerte de Raúl Carnota, ayer por la mañana en un hospital porteño, se va una de las voces más inspiradas y personales del folclore. Fue una muerte en cierta forma sorpresiva. Tenía sólo 66 años, pero había sido un fumador empedernido y padecía una enfermedad pulmonar crónica.

Había nacido el 30 de octubre de 1947 en el barrio porteño de Almagro, y se crió en Mar del Plata. Fue un músico autodidacta y de naturaleza abierta. “De chico -contaba en su última entrevista con Clarín, en 2013, en ocasión de la presentación de su ciclo “Versiones” en el CAFF- siempre escuché música criolla. Con mis padres íabamos a ciertos lugares donde había números como las hermanas Berón, los Abrodo, los Abalos o el dúo Martínez Ledesma, que además era el tipo de música que se difundía por la radio. Después vino otra cosa y fui captando todo lo que iba descubriendo. Arranqué con los Beatles y los Chalchaleros, seguí con la música brasilera, el jazz, y fui nutriéndome de todo lo que escuchaba. Y lo que uno hace es lo que es: un cúmulo de cosas que fue recopilando por el camino”.

Notable guitarrista, Carnota debutó profesionalmente en 1972 con el grupo de Adolfo Abalos y seguidamente acompañaría a Susana Rinaldi, Trío de Cuatro, Enrique Llopis, Hamlet Lima Quintana, Armando Tejada Gómez y Silvia Iriondo.

En 1979 formó su propio trío con el percusionista Rodolfo Sánchez (también ya fallecido) y el pianista Eduardo Spinassi. Luego sobrevendrían otros pequeños grupos, el último de los cuales, de 2007, fue Proyecto SanLuCa, con Sánchez en percusión y Franco Luciani en armónica, con el que grabó un único disco y salió de gira por varias salas del país.

Tal vez el gran salto de Raúl Carnota tuvo lugar cuando Mercedes Sosa grabó dos extraordinarias piezas suyas en su disco Como un pájaro libre, de 1982: la zamba Grito Santiagueño y la chacarerea Salamanqueando pa mí.

Esas dos piezas bastaron para reconocer a un compositor fuera de serie; como si la vieja tradición del folclore mostrase una nueva vertiente armónico-melódica, pero sin el menor atisbo de fusión. La música de Carnota representaba un nuevo impulso, y nada lo podría expresar con más claridad que Grito Santiagueño. Difícilmente alguna vez una zamba, el género plácido-melancólico por naturaleza del folclore, haya empezado de una manera tan punzante. Como en la Sinfonía 3 de Brahms, esa zamba de Carnota empezaba en un punto de tensión expresiva que con suerte sólo se alcanza tras un cierto desarrollo.

Sus temas fueron grabados por un amplio abanico de intérpretes como Mercedes Sosa, Cantoral, Chango Nieto, Los Indios Tacunau, Suna Rocha, Jaime Torres, Liliana Herrero, Santaires, Roberto “Caracol” Paviotti, Laura Albarracín, Silvia Iriondo, Alfredo Abalos y los Clachaleros, entre otros.

Carnota no fue sólo un gran compositor, sino también un personalísimo intérprete, ya sea por las preciosas y agridulces disonancias de su guitarra como también por el fraseo medio descoyuntado de su voz. Había algo jazzístico en su música, no por vía de imitaciones estilísticas sino por el espíritu abierto y la forma de la improvisación, como queda bien graficado en su formidable disco Reciclón, en trío con Rodolfo Sánchez y el contrabajista Willy González. Allí está su deliciosa chacarera La asimétrica, que reza: “Yo me suelo aburrir/tocando siempre igual/y me largo a inventar/chacareras con piques de más…”

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