“Martín Fierro: la película, también” (2007) fue dirigida por Liliana Romero y Norman Ruiz con guión y dibujos Roberto Fontanarrosa
“Martín Fierro: la película, también” (2007) fue dirigida por Liliana Romero y Norman Ruiz con guión y dibujos Roberto Fontanarrosa.

¿Qué sería de la literatura argentina sin el gran poema narrativo de José Hernández? Martín Kohan, Gabriela Cabezón Cámara, Oscar Fariña y Ariel Cusnir hablaron con el diario Infobae sobre este clásico y la necesidad de retomarlo y resignificarlo.

En cualquier tradición literaria, los textos canónicos suelen tener dos destinos: un anquilosamiento como de foto vieja, que lentamente se va doblando y perdiendo sus particularidades y por eso mismo rara vez alguien termina mirándola, o el enriquecimiento de esa imagen con una serie de procedimientos o rescates, que hacen a esa foto más viva que nunca, como si se hubiera tomado ayer.

El caso del Martín Fierro, de José Hernández, está viviendo sin duda el segundo destino, y eso se ve en una serie de textos –novela, cuento, poesía e incluso una suerte de arte multidisciplinario– que han sido publicados en los últimos años en Argentina. El más actual es la novela de Gabriela Cabezón Cámara, Las aventuras de la China Iron (Literatura Random House), donde la autora inventa un relato a partir de lo que no cuenta el libro de Hernández, esto es, qué fue de la China, la mujer de Fierro; prácticamente obviada en el texto canónico, Cabezón Cámara centra su relato en las peripecias de esta mujer después de su abandono y lo hace desde una perspectiva queer: la China es recogida por Liz, una inglesa que vino a la Argentina para encontrarse con su esposo, la sube a su carreta, y pronto, entre el aprendizaje mutuo de las lenguas –el inglés y el castellano, imprescindibles para hacerse entender–, surge la seducción y el erotismo entre ambas. Pero la autora va más allá y pone en escena al mismísimo José Hernández, un alcohólico y delirante personaje que hace al lector preguntarse si este señor escribió el texto central de la literatura argentina. Y hacia el final también aparece Fierro, pero convertido en travesti. Todo esto que podría ser considerado por algunos como una profanación es una apropiación, y ya sabemos que toda apropiación literaria siempre se hace con cariño, amor, pero además el mundo que nos presenta su autora es consistente, sólido.

“Las aventuras de la China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara
“Las aventuras de la China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara.

¿Pero cuál es el interés de los autores contemporáneos por dialogar y apropiarse del Martín Fierro? Gabriela Cabezón Cámara cree que en los últimos siete u ocho años se empezó a releer este texto con fuerza, a ello colaboraron las celebraciones del bicentenario y «la definitiva conversión del país en una factoría de desigualdad social y además envenenada y homicida –dice en diálogo con Infobae–, una factoría de productos agropecuarios rociados por agrotóxicos: más de doce millones de ciudadanos están afectados directamente por estos venenos». Observa que otra de las cuestiones que narra el Martín Fiero es «la consolidación del proyecto de la generación del 80, el único proyecto de nación que se sostuvo en el tiempo, el de los dueños de la tierra, ese que fue un fracaso rotundo y ahora está haciéndonos crujir». En cuanto a las diferentes miradas o abordajes que en este último tiempo ha sido sujeto este texto canónico aclara que «se lo retoma, se lo rompe todo y se lo vuelve a armar con mayor o menor fortuna. Lo que hay de parecido en todas las miradas es la necesidad de hacerlo».

Si Las aventuras de la China Iron tiene un antecedente cercano ése es un cuento que Martín Kohan publicó en 2011 en Página 12 con el título ‘El amor’ y que luego incluyó en su libro de cuentos Cuerpo a tierra (Eterna Cadencia, 2015); en él se plantea la historia de amor entre Fierro y Cruz. Sin embargo, contrario a Cabezón Cámara, él respetó el texto de Hernández ya que, como admite en una breve charla con Infobae, «lo que yo escribí sale enteramente del poema: de cosas que el poema dice y de cosas que el poema calla, en esos siete años que pasan juntos Fierro y Cruz en el fuera de la ley de las tolderías, en esos siete años que son un afuera del texto entre La Ida (de 1872) y la Vuelta (de 1879)». En las partes donde el «poema calla», Kohan hizo hablar a la ficción, pero este vaivén entre lo real y lo ficcional se ha vuelto «especialmente productivo. Martín Fierro es una usina de sentidos de lo nacional, lista para ser acechada o desestabilizada, según los casos». Pero hay una cosa que le llama especialmente la atención a este autor y es que, tal como Borges señaló que El Quijote resultaba más real que Miguel de Cervantes, así también Fierro resulta más real que Hernández: «De hecho, se lo piensa muy a menudo como si hubiese existido realmente, como si no fuera lo que rigurosamente es: una invención literaria. A eso hay que agregar, según creo, otro factor: ese libro funciona verdaderamente como un clásico, lo que significa, entre otras cosas, que incluso los que no lo han leído algo tienen para decir sobre él. Por caso, como observó el crítico Julio Schvartzmann en su libro Letras gauchas, se suele atribuir a Fierro refranes (es decir, sabidurías) que en verdad son pronunciados por el Viejo Vizcacha».

“Cuerpo a tierra” de Martín Kohan
“Cuerpo a tierra” de Martín Kohan.

El 2007 Pablo Katchadjian parece haber iniciado este camino de apropiaciones con El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (IAP), que como dice su título, se trataba de un procedimiento literario que consistía en ordenar alfabéticamente los versos del poema. Julio Schvartzmann escuchó a Katchadjian en un festival de poesía y, producto de eso y de la lectura del libro, escribió un texto, en el que señala que se emocionó cuando leyó una página del libro en la que salía lo siguiente: «ni ramada ande ganarse, / ni rincón en qué meterse». Schvartzmann, un experto en gauchesca, no es que no haya reconocido aquel fragmento de La Ida, cuando Fierro después de hallar la trapera imagina a sus hijos «‘sin naides que los proteja / y sin perro que les ladre’. No. La revelación extraordinaria fue descubrir que la secuencia estaba, en el poema de 1872, tal cual: que Hernández había ensayado, entre otros múltiples procesos constructivos que sus lectores hemos venido develando sin cesar a lo largo de casi un siglo y medio, el orden alfabético». Más que el descubrimiento de un procedimiento, este crítico descubrió que ese procedimiento había sido ocupado por el propio Hernández. Por su parte, César Aira escribió otro texto sobre el Martín Fierro ordenado alfabéticamente, donde planteaba la posibilidad de que este texto y no el canónico fuera dado a leer a generaciones y generaciones de escolares: «Las desventuras del gaucho, consteladas en orden alfabético, y acompañando a estos jóvenes argentinos el resto de sus vidas (porque el juego no tendría gracia si no se los obligara a aprenderlo de memoria), daría origen a la larga a una nueva nacionalidad, distinta, si no mejor al menos más arriesgada». Quizá lo planteado por Aira pudiera ser un exceso, pero toda buena literatura vive de los excesos.

“El guacho Martín Fierro” de Oscar Fariña
“El guacho Martín Fierro” de Oscar Fariña.

Oscar Fariña fue hubo otro poeta que hizo un trabajo similar en 2011 con El guacho Martín Fierro, que este año reedita Interzona y que cuenta con una contratapa escrita por Cabezón Cámara. Esta apropiación trata de un trabajo con el lenguaje coloquial, adaptando el texto a cierto lenguaje carcelario-callejero, como bien se puede apreciar aquí: «Choreando voy a morir, / choreando me han de enterrar, / y choreando vuá llegar / al pie del Eterno Padre: / de la concha de mi madre / vine a este mundo a chorear». Para su autor, y a diferencia de lo que hizo Katchadjian al poner en evidencia la forma, es decir «lo poético del poema queda en primer plano –le dice a Infobae–. Yo, que en mi vida sólo he publicado poesía, hice exactamente lo opuesto. Mi intención fue rescatar el argumento del poema». Esta tarea no fue nada fácil, porque detrás de ella está esa vieja discusión de si el texto de Hernández es un poema narrativo o, como decía Borges, una novela en verso. Fariña cree que si «hubiera sido escrito en prosa no habría tenido el éxito que tuvo. La rima y el metro regular le dieron impulso en el corazón y la memoria del pueblo»; es tan poema que tiene una estructura de rima consonante muy característica. De hecho con el paso del tiempo, según este poeta, «se ha convertido cada vez más en un poema. La distancia temporal ha puesto distancia entre el universo del poema y el de sus lectores». Un poema cada vez más extraño, «barroco en el desconcierto que produce. ¿Quién entiende que es una bordona, un yaguané, una limeta?».

El Martín Fierro, según el Proyecto Secundario Liliana Maresca
El Martín Fierro, según el Proyecto Secundario Liliana Maresca.

Pero no sólo el Martín Fierro ha reaparecido en el último tiempo en la poesía y en la narrativa, también ha reaparecido desde una mezcla de disciplinas. En noviembre pasado el Proyecto Secundario Liliana Maresca, integrado por un equipo de artistas-docentes (Dani Zelko, Lorena Bossi, Sebastián Friedman, Leandro Tartaglia y Ariel Cusnir) que desarrollan su actividad dentro y en torno a una escuela de Villa Fiorito, presentaron su versión del texto de Hernández en forma de fanzine o clásico abreviado en Espacio Tucumán por única vez. El proyecto consistió en trabajar por grupos: mientras uno iba sacando versos que, como explica Cusnir a Infobae, no consideraba «importantes para el desarrollo de la trama o por su estilo», otro grupo leyó esa selección y fue ilustrándola en distintos momentos, «creando una atmósfera particular en blanco y negro». Cuando llegó este fin de año decidieron sumar a la artista Lulú Lobo, quien diseñó las tapas «en grabado, y por lo tanto fueron múltiples», y es lo que le da una personalidad a esta publicación, ya que «el objeto adquiere algo de la vida que los rodea, de las manos que los hicieron». Para Cusnir, esta apropiación tiene mucho de poesía, pero también de historia, actualidad, de un cruce entre arte y política, entre lo popular y lo erudito y también de «los símbolos nacionales. Así que no me sorprende tanto su vigencia, como de que el presente se siga pareciendo tanto».

En esta gama de apropiaciones y diálogos no habría que olvidar la que hizo Borges en su cuento «El fin», donde también trabaja con este texto canónico. Sin embargo es en el Borges, de Bioy, donde se entrega una posible explicación de a qué se deba esto. Dice Borges que «pocas veces se ha escrito un libro con menos literatura (en el mal sentido de la palabra): la Ida está casi exenta». Y en virtud de esto los escritores argentinos han sentido el deber de llenarlo de lo que carece.