El Hombre Araña, sorprende

Hoy llega la película que reinicia la saga de Peter Parker y su conversión en superhéroe. Nueva novia, nuevos traumas y una nueva actitud para acercarse al mismo personaje. Marc Webb, el director, explica las diferencias con otras versiones.

Las cifras son, por sí solas, aterradoras. Las tres películas de El Hombre Araña de Sam Raimi recaudaron 2.400 millones de dólares en todo el mundo. Las seis películas de los distintos personajes de Los vengadores llevan 3.700 millones. Desde 1989, los filmes de Batman han ganado 2.600 millones de dólares. Es el mundo de las altas finanzas trasladado al cine. La última de esas entidades que financian a los estudios, El sorprendente Hombre Araña , llega al mercado y la responsabilidad de asegurar su eficacia, en términos creativos, recae en la figura humilde -y de aire algo desconcertado- de Marc Webb. Si siente que la responsabilidad lo abruma, no lo demuestra.

La de Webb debe ser una de las contrataciones de director más extraordinarias de que se tenga memoria: se lo eligió como artífice de una película de superhéroes de 200 millones de dólares a pesar de que no tenía más que una película en su haber, la comedia romántica independiente 500 días con ella , rebosante de angustia juvenil y reflexiones sobre arquitectura urbana.

500 días…

podía ser la credencial menos evidente para el puesto de director de este filme. ¿Cómo hizo para conseguirlo? “Fue bastante absurdo -dice Webb-. No me dediqué a venderme.” Dice que la película sólo se mencionó de forma casual en una reunión con el estudio Sony. “Estaba interesado, pero no pensé que en serio estaban buscando a alguien. Raimi estaba preparando El Hombre Araña 4 en ese momento.” De forma casual, le preguntaron a Webb si quería dirigirla. “Con 500 días…

dediqué seis meses al desarrollo de la presentación sólo para conseguir que Fox respaldara la película. Esto fue totalmente diferente.” Webb asegura que no sabe por qué procesos de pensamiento obtuvo el trabajo (“habría que preguntárselo al estudio”), pero su designación es el último intento de las películas de superhéroes por cambiar de estilo. Webb se suma a Kenneth Branagh ( Thor ), Jon Favreau ( Iron Man ), Ang Lee ( Hulk ) y, sobre todo, a Christopher Nolan ( Batman ), beneficiarios anteriores de esa política. Con sus matices emocionales y una delicada estructura, puede pensarse que 500 días con ella ofreció a los productores una forma de realismo digerible cuyo traslado podía imaginarse hacia los héroes de cómics.

Webb usa mucho el término “realista” cuando habla de cómo fue apartando a El sorprendente Hombre Araña del estilo bidimensional que perfeccionó Raimi (como cuando dice “quería que el guión fuera más realista”, o “la acción tiene que ser verosímil”). Es fácil ver adónde apunta. La era de oro de películas sobre cómics, del Batman de Tim Burton a El Hombre Araña de Raimi, trató de replicar en cine la experiencia de leer un cómic: de concepción heroica, diseño fetichista y en extremo melodramática. La llegada de la imagen generada por computadora cambió las cosas. “Estamos saliendo de la era barroca”, dice Webb, ya no basta con “visión” y “espectáculo”: hace falta corazón, de lo contrario quedamos limitados a autos que explotan y lagartos parlantes.

¿Cómo se inyecta realismo a una película de superhéroes?

Pienso en el protagonista y en cómo es su vida. Es un chico de seis o siete años al que los padres abandonan. Eso tiene enormes consecuencias emocionales que nunca habían aparecido en las películas anteriores. De ahí salió el color emocional y empezó el relato.

Webb ha recreado a Parker como un skater desgarbado; un solitario, sin duda, pero muy lejos del personaje de Tobey Maguire. La figura de la chica de barrio, Mary Jane Watson, como objeto de interés amoroso, se abandonó por motivos similares y, dice Webb, que pensó mucho sobre la dinámica de la relación de Parker con la más llamativa Gwen Stacy. “¿Qué pasaría en realidad en esa situación? Si soy un chico de 17 años con superpoderes, no puedo decírselo a nadie, pero hay una chica que me gusta…” Por eso, dice, “lo más importante es el casting.” Le causó una gran impresión el actor británico Andrew Garfield, de 28 años, después de verlo en Boy A . “Siempre busca la realidad en una escena. No se limita a decir sus líneas.” ¿Marc Webb como el Mike Leigh de las películas de superhéroes? Tal vez sea una exageración. Después de todo, Webb ha pasado más de una década haciendo comerciales y Leigh nunca hizo secuencias de acción en 3D. Webb señala que también en eso fue importante su compromiso con el realismo. “Me senté en una esquina en Nueva York y pensé: si tuviera telarañas, ¿cómo volaría por aquí?”. También habla con un entusiasmo contagioso sobre el 3D: “En este caso es una parte orgánica del lenguaje cinematográfico; es un instrumento narrativo que refleja al personaje. Es algo leve al comienzo de la película, y luego aumentamos la profundidad y el alcance a medida de que el universo se expande.” Hasta confiesa haber usado fuentes de inspiración inesperadas: una toma se basó en la película de danza en 3D Pina , de Wim Wenders.

Webb puede dedicarse a lo concreto, pero también a teorizar. Los años que pasó reunido con ejecutivos de Marvel rindieron fruto. Hace referencia al “canon del comic” y habla con grandilocuencia sobre los “elementos emblemáticos de la mitología que quise honrar y proteger”. Es el tipo de discurso que cae bien en Comic Con y en reuniones de nerds. Pero no vacila en defender ese mundo: “Durante muchos años los cómics fueron algo especializado, y ahora el común de la gente empieza a reconocerles una complejidad y una dimensión que antes no se admitía.

El Hombre Araña tiene un factor X que no puedo explicar del todo. Es atractivo en muchos sentidos: romance, acción, humor. Por eso los estudios invierten. Son confiables en el plano comercial, de modo que pueden ser audaces y probar cosas. Y ahora también son creíbles para la crítica.” ¿Hacer El sorprendente Hombre Araña no es una digresión, una traición, para un realizador que valora un cine más intelectual y elaborado? “Se pueden hacer las dos cosas a la vez -explica-. Hay algo emocionante en hacer algo de la magnitud de El Hombre Araña . Y sé que me permitirá hacer películas más personales. Pero no es por eso que la hice. No fue una decisión estratégica: uno no puede dedicar dos años de su vida a hacer una película pensando solamente en el efecto que tendrá en su carrera.”

 

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