La casamuseo de los Raone

Son una pareja de viejos entrañables que podrían ser los protagonistas de una de esas películas que hablan del amor y de la vida. Se conocieron a mediados del siglo pasado cuando él llegó a Neuquén, procedente de Carmen de Patagones, en la época en que la capital todavía era un pueblo que comenzaba a albergar a inmigrantes de distintos puntos del país y del mundo, como los padres de ella.

Pero Mario Raone y María Castaño son mucho más que esa parejita de viejos simpáticos y queribles. A los 94 años él y a los 88 ella, son custodios de un tesoro que refleja parte del pasado histórico y cultural de la provincia. Son los guardianes de un museo que está instalado en su casa y que fue construido con mucha paciencia y dedicación con el correr de los años.

Ingresar a la casa en la que vivieron gran parte de su vida es abrir una puerta a la historia. En las paredes, en vitrinas, exhibidores, cuadros y carpetas hay miles de artículos que ambos fueron recopilando durante innumerables viajes que hicieron al interior de Neuquén.

Recuerda María – o Mary, como la conocen- que la iniciativa fue de Mario, pero que ella se encargó de clasificar aquellos artículos cargados de historia y de acomodarlos prolijamente para ser apreciados por quienes los visitaran. “Yo acomodé y clasifiqué todo lo que ves acá”, comenta orgullosa, mientras recorre cada dependencia de su vivienda por donde se expande el pequeño gran museo.

Mario trabajaba en el Distrito Militar de Neuquén y en cada viaje que hacía a los pueblos y parajes traía algo que encontraba o que le regalaban. Todo tenía valor: una punta de flecha, una piedra geoda, un amonite de millones de años, un fusil, un cuchillo o cualquier cosa que estuviera vinculada a un personaje o a un hecho histórico del territorio.

El entusiasmo de Mario fue contagioso desde un principio. Por eso Mary lo acompañó mil veces en aquellas travesías por lugares remotos de la provincia en la búsqueda de pequeños tesoros.

Muchas veces acompañé a Mario a buscar artículos vinculados a la historia de Neuquén. Creo que el más importante que tenemos es una bombilla de plata que perteneció al general Villegas Queremos que esto trascienda y en el futuro lo cuiden como lo cuidamos nosotros.

El trabajo minucioso y paciente que ambos hicieron durante tantos años dio sus frutos. Hoy, en la colección que tienen en su casa hay unas 7000 puntas de flecha, decenas de boleadoras, piedras con huellas prehistóricas de toda forma y color, documentos de los primeros años en que Neuquén fue la capital del territorio, mapas militares, fotos, armas, artesanías y libros muy antiguos que hablan del pasado de este rincón de la Patagonia.

18.000 piezas históricas ya fueron catalogadas por especialistas. El trabajo comenzó hace unos tres años y todavía continúa

Desde hace unos tres años aproximadamente, una comisión de técnicos se encuentra clasificando todo lo que hay en el museo de los Raone, especialmente aquellos artículos relacionados con la actividad humana. El objetivo es que toda la colección quede en un futuro cercano como patrimonio de la provincia y pueda ser exhibida en un museo.

Hasta el momento se catalogaron unas 18.000 piezas de las más variadas, y ese trabajo seguirá hasta finalizar con todo el inventario.

Dentro de ese enorme legado cultural hay artículos realmente notables, como una bombilla de mate que perteneció al general Conrado Villegas, un cuchillo utilizado durante la mítica batalla de Epulafquen, en el norte neuquino, la primera edición del libro El tronco de oro de Gregorio Álvarez, además de abundante y valiosa documentación que no se encuentra en ningún museo de la provincia.

También hay un espacio especialmente dedicado al soldado neuquino Jorge Águila, quien murió durante la Guerra de Malvinas, y una habitación completa repleta de artículos relacionados con la historia del deporte en la provincia de Neuquén.

“Queremos que esto trascienda y en el futuro lo cuiden como lo cuidamos nosotros”, dice Mary, mientras recorrer incansablemente su casa para mostrar pequeños tesoros que aparecen en rincones, en cajas o en vitrinas.

En efecto, la de los Raone no es una casa más de las tantas que hay en el centro de la capital. Es una vivienda con una fachada común, pero que en su interior alberga un mundo fascinante, desconocido para muchos.

Una puerta divide a la Neuquén moderna con el pueblo del pasaje. Y detrás de ella, hay dos viejos entrañables que con el tiempo se convirtieron en los guardianes de la historia y ahora, entusiasmados como siempre, están preparándose para entregar la posta.

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