Los 33 mineros y los niños de Tailandia

Por Rubén Reveco – Editor revista Machete

El rescate de los niños atrapados en una caverna de Tailandia ha concluido de un modo feliz, sólo se lamentó la muerte de un buzo rescatista.  Llama la atención la pulcritud y respeto con que se ha manejado este drama a diferencia del espectáculo montado para salvar a los 33 mineros hace 8 años años en el desierto del norte de Chile. Si bien los dos eventos tuvieron un final positivo,  imposible no comparar el tratamiento que dieron las autoridades chilenas en 2010 con el modo de actuar de las autoridades de Tailandia ante un hecho de similares características.

El espectacular rescate de los mineros fue el evento más mediático del siglo y las propias autoridades chilenas propiciaron que así fuese por los supuestos réditos políticos que les pudiese traer. La relación entre autoridades y familiares desde un comienzo fue tensa, tanto que el ministro de Minería se ganó una feroz bofetada de una mujer que no aceptó un «no se puede» por respuesta. La prensa transmitió minuto a minuto todos los detalles de los 70 días que duró el rescate y el mundo estuvo en vilo antes la magnitud y complejidad del mismo. A pocos metros del ingreso de la mina se instaló una ciudad estilo Babel  donde transitaban periodistas, familiares, ingenieros, políticos, curiosos y vendedores ambulantes. Una escuela y varias iglesias donde se mezclaban gritos de niños jugando, oraciones, trasmisiones televisivas en vivo en todo los idiomas. Por la pantalla desfilaron funcionarios, rescatistas, familiares. Esposas y amantes… Un espectáculo inolvidable.

El caso tailandés

Nada de esto ocurrió con los 12 niños futbolistas y su instructor. Si bien no se puede comparar 18 con 70 días de sufrimiento, el hecho que los protagonistas fuesen niños conmovió de un modo especial a todo el mundo. Las autoridades tailandesas mantuvieron siempre la cautela, la prensa una prudente distancia y ningún familiar exteriorizó algún tipo de molestia e impaciencia de un modo histriónico.

Por otra parte,  que no se revelase la identidad de los niños que ya se encontraban en el exterior -ni siquiera a sus padres- habla muy bien sobre como planificaron el rescate. El jefe de la operación Narongsak Osottanakorn lo explicó tras darse por concluida la primera fase del rescate: «No se revelará la identidad de los niños por respeto a las familias cuyos hijos todavía continúan en la cueva». Las autoridades no quisieron que mientras unos celebraban la alegría de tener a los suyos a salvo, otros vivían la angustia de seguir el minuto a minuto del resto del operativo.

Desde que se conoció la desaparición de los 12 adolescentes y su entrenador, el pueblo más cercano a la cueva donde muchos de los niños iban a la escuela -Maesai- dio ejemplo de unidad y confraternidad. Hubo grupos de voluntarios ofreciendo comida y apoyo psicológico a las familias y hasta se recolectó dinero para ofrecer a los padres que tuvieron que dejar sus trabajos para seguir el día a día de la operación.

Las autoridades tailandesas establecieron un «cordón sanitario» para evitar que se filtre información que pueda perjudicar el rescate o dañar las sensibilidades de las familias. Los celulares, por ejemplo, fueron restringidos a cierto personal dentro del campamento y la información se compartió solo con un grupo reducido.

Sin embargo, algunos medios de comunicación  interferieron la radio de la policía para obtener más datos de los ofrecidos o usaron drones para acceder a las zonas donde el camino estaba cortado.

Durante los 12 días, el entrenador Akkapol Chanthawong, de 25 años, les enseñó a los niños a meditar y cómo conservar la mayor cantidad de energía posible. Estaría dentro de los más débiles del grupo, en parte debido a que les dio su comida y el agua a los pequeños. La tía del entrenador manifestó que es una “persona generosa” y que “adora a los niños”.

El entrenador también conocido como Eak, envió una carta a los padres disculpándose por la dura experiencia de sus muchachos. «Todos los niños están bien. Hay personas que los cuidan muy bien. Prometo que me haré cargo de los niños lo mejor que pueda. Gracias por su apoyo. Realmente lo siento«, escribió.

Agradecimiento

Los padres, conscientes de la preocupación de las autoridades, obedecieron las indicaciones dadas manteniendo también el hermetismo.

Hay un dicho tailandés que dice «evitarás ofender a quien te ayuda pidiéndole más de lo que te da».

Por eso los padres que aguardaban el rescate de sus hijos no demandaron más información de la que se les ofreció, conscientes de los esfuerzos que estaban haciendo tanto las autoridades como la comunidad internacional por sacar sanos y salvos a sus hijos. Es una señal de agradecimiento en la cultura tailandesa aceptar lo que te dan sin hacer preguntas.

Quedará por verse cómo las autoridades tailandesas protegerán a los niños de la exposición mediática y secuelas psicológicas. En el caso de los 33 mineros el verdadero cautiverio empezó para muchos cuando fueron liberados.

Grupo de personas en las cercanías del campamento base.

Gente a las puertas del hospital donde ingresaron a algunos de los niños rescatados.Tecnología, respeto y tradición cultural. El pueblo tailandés, conocido por ser modesto y respetuoso, valoró enormemente el destacamento de equipos y voluntarios en la zona y no quiso comprometer el buen funcionamiento del operativo exigiendo que les den más información.


Primeras imágenes en vivo

 

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