Palestina, una mirada al origen del conflicto

maxresdefaultPor: F. Javier Herrero | 31 de julio de 2014

Margen Protector, la tercera operación de castigo puesta en marcha por Israel contra Hamás desde que se inició el cerco de la Franja de Gaza en 2007, ha provocado una tragedia humanitaria que supera ya las 1.300 víctimas mortales palestinas, la mayoría de ellas civiles (entre ellas, muchos niños), en un nuevo intento israelí por acabar con la capacidad militar de las milicias islamistas. Asistimos al último capítulo bélico de un conflicto que echa sus raíces en las últimas décadas del siglo XIX, cuando Palestina era una provincia del imperio otomano y un sector del judaísmo europeo decidió que había de crear allí un estado judío.

En esas décadas finales del siglo XIX zozobra en muchas sociedades europeas la asimilación de sus poblaciones judías, que una vez emancipadas legalmente prosperan y alcanzan un lugar notable en muchos ámbitos, lo cual genera un temor antisemita que provoca tensiones como la del caso Dreyfus en Francia o los pogromos antijudíos rusos en 1881 tras el asesinato del zar Alejandro II. Como mecanismo de respuesta, coincidiendo con la aparición de los nacionalismos modernos que sacuden Europa del Este, surge el sionismo, el movimiento político que fundó Theodor Herlz, autor en 1896 de Der Judenstaat (El Estado de los Judíos) y que preconiza la creación de un estado judío que sirva de centro espiritual para la diáspora. El I Congreso Sionista, celebrado en Basilea en 1897, aprueba una resolución que planea la creación de ese estado y, tras valorar anteriormente opciones como Uganda o la Patagonia, se decide que se ubique en Palestina. En esos años bisagra del nuevo siglo se llevan a cabo las primeras aliyah (migraciones), que tienen un fuerte componente ruso y polaco, al calor de un eslogan tan falaz como el que acuñó Israel Zangwill: “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.

Palestina era una realidad muy diferente y muy viva en aquel momento. Una población de medio millón de árabes, con 80.000 cristianos y 25.000 judíos en pacífica convivencia y étnicamente indiferenciables, habitaba 672 localidades con un sector agrícola respetable y una industria manufacturera en desarrollo. Pero el proyecto sionista ya se había puesto en marcha y en paralelo a la llegada de colonos se compran tierras a propietarios árabes absentistas que no viven en Palestina. Hacia 1910 la población judía aumenta a 75.000 personas y controla 75.000 hectáreas de tierra. Habrá que esperar al derrumbamiento del imperio otomano al acabar la I Guerra Mundial para que el potencial conflicto se haga realidad.

Con la guerra europea entran en juego los intereses de las potencias coloniales. Gran Bretaña tiene en el Canal de Suez su punto neurálgico de comunicación con sus posesiones en el subcontinente indio. El control del territorio al norte de Suez aseguraría la tranquilidad en el canal y los británicos quieren que árabes y judíos tomen las armas contra el dominador turco. Para convencer a los árabes, mediante un lenguaje poco claro y calculado, Gran Bretaña les prometió la independencia en casi todo su territorio pero los judíos se llevaron algo mejor que promesas. El ministro de Exteriores James Balfour entregó en noviembre de 1917 una carta al banquero Rothschild, cuya familia financió generosamente al sionismo, en la que se declara que “el Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y hará lo que esté en su mano para facilitar la realización de este objetivo…”.

6a00d8341bfb1653ef01a73df7b88c970d-550wiInmigrantes judíos a bordo del Haganá intentan desembarcar en Haifa, 1920. / Fitzsimmons (AP)

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