Artistas piden ley que garantice porcentaje de la reventa de obras

Paleta-pinturaArtistas visuales de todo el país reclaman la sanción de una ley que garantice el cobro de un porcentaje por la reventa de sus obras, iniciativa que ya cuenta con media sanción del Senado nacional y apunta a actualizar ganancias en coincidencia con la revalorización de las piezas en el mercado del arte.
El ‘Derecho de participación’ o ‘Droit de suite’ plantea el cobro de un cinco por ciento en cada venta posterior a la primera -esa primera venta es la única que actualmente cobra el artista- y es impulsado por Liliana Fellner, senadora jujeña del Frente para la Victoria (FPV), y la cordobesa Norma Moradini, de la Alianza Frente Cívico, cada una con su propio proyecto.

Promovido por la Sociedad de Artistas Visuales Argentinos (SAVA) -que reúne entre otros a Juan Doffo, Daniel Santoro, Antonio Pují­a, Nora Iniesta, Diego Perrotta, Marcelo Pelissier, Duilio Pierri y Carolina Antoniadis-, el ‘Droit de suite’ fue sancionado por primera vez en Francia en 1920 y actualmente se aplica en 70 países.

España, Italia, Inglaterra, Francia y Alemania son algunos de esos países, mientras que «en Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia y Brasil ya está legislado aunque su aplicación no siempre es efectiva», dijo a Télam Luciano Marchione, director de SAVA, la asociación argentina de artistas fundada en 2007.

Con la sanción de esta ley, aseveró Marchione, «además se busca nivelar los estándares internacionales de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) y el Convenio de Berna, que establece que las obras de arte y manuscritos originales pagan derecho de autor en cada venta».

El beneficio -que considera a los herederos hasta 70 años después de la muerte de los autores- se aplica en piezas de arte gráfico y plástico como esculturas, cuadros, grabados, collages, tapicerí­as, pinturas, litografí­as, dibujos, fotografías, cerámicas y estampas.

Es así que SAVA representa, entre otros, a los herederos de pintores como Pablo Curatella Manes, Eduardo Plá y Carlos Gorriarena.

«En todos los países donde se aplica el ‘Droit de suite’ existen sociedades de gestión colectiva que recaudan las sumas de los intermediarios profesionales -galeristas, casas de subastas o sitios Web de venta y remate-, para luego distribuirlas entre los artistas que representan», explicó Marchione.

Este derecho nació con la reventa de “L’Angelus” de Millet (1814-1875), quien dejó a su hija en la pobreza a pesar de haber pintado el valioso cuadro: «Fue un dibujo de Forain -dos niños andrajosos que mirando un remate exclaman ‘¡Mira! Un cuadro de papá’- sintetizó el sentir de la comunidad de artistas en torno a una realidad que decidieron cambiar a través de esa ley», detalló.

Algunos de los detrimentos más irrisorios relacionados a no contar con una legislación al respecto, aseveró Marchione, está en que «si la obra de un artista argentino se revende en el extranjero en la mayoría de los casos no recibirá nada porque casi todos los países exigen, salvo honrosas excepciones como Uruguay, la implementación el ‘Droit de suite’ para reconocer el derecho a un porcentual».

Esa facultad de reciprocidad que sólo Uruguay considera porque aplica el derecho universal y le paga el ‘derecho de participación’ a todo artista, supera lo económico, sirve para saber el derrotero de las obras, una información muy valiosa en el desarrollo de una carrera profesional».

«Artistas argentinos se rematan en mega casas de subastas como Christie’s o Sotheby’s y pierden miles de libras, euros o dólares en ganancias porque esos países tienen el derecho a decir ‘no te reconozco'».

Por eso, continuó, es necesaria una regulación que establezca que cada vez que se realiza una reventa, que una obra original pasa a manos de otro propietario, esos actores acotados lo notifiquen a la sociedad de gestión que se establezca, «la idea es que no se pueda presionar al artista para que no cobre».

Nora Maggiora, artista y secretaria de la comisión directiva de SAVA, señaló que «la intención es que el Estado apoye a los artistas y reconozca un trabajo de toda la vida. En Argentina se trata de un cambio de paradigma, aquí estamos muy acostumbrados a defendernos solos y a sobrevivir en lugar de vivir de nuestra obra, a creer que debemos regalar o donar piezas para que nos exhiban».

«El artista perdura con la fe, insistiendo, trabajando con alumnos sin recibir remuneración alguna por cuadros que tal vez pintó hace 40 años y que en el mercado del arte se revalorizaron notablemente, cuando es un proveedor de bienes de una gran riqueza, material, espiritual, cultural y filosófica», dijo Maggiora.

A su entender, «valorar la dedicación y el trabajo es necesario pues se relaciona directamente con la dignidad y la sinceridad en nuestro arte, sino es muy agobiante, esto no sucede en otras profesiones ni oficios»; por qué el artista tiene que ser el único socialista en este sistema capitalista, preguntó por su parte Marchione.

«Estamos hablando de bienes cuyo valor se incrementa en relación a su escasez -intervino el director-, se trata de obras únicas que por eso mismo se revalorizan y sus creadores en algún momento tienen que hacer elecciones, si sumar reproducciones que tal vez bajen su valor en el mercado o mantener esa exclusividad».

A diferencia de la música y el cine, la obra única es central para el artista plástico, «cuando menos reproducciones tiene mayor coste alcanzan las piezas, es el valor de la rareza, por eso muchas veces el precio lo pone la muerte del artista porque no generará más competencia sobre su obra», resumió Marchione.

El artista, de esa manera, se asocia en el negocio de la carencia de la obra y «esta ley le daría un incentivo para mantenerla única -aseveró-, una tensión de la que no se habla mucho en el mercado del arte, aun cuando han existido coleccionistas que demandaron a los autores de obra que ellos adquirieron».

El fotógrafo estadounidense William Eggleston volvió a imprimir una serie fotográfica que 30 años antes le había vendido a un coleccionista, y éste lo demandó por «hacerle perder valor a un bien que le pertenecía».

«Aunque la Corte reconoció cuestiones muy técnicas como el tamaño de las imágenes para determinar que se trataba de obra distinta y no sentar jurisprudencia no trató la cuestión de fondo, en la cual venía aparejado el tema de la libertad creativa del artista», remarcó.

«Acá no hay una guerra, advirtió, son todos actores del mercado del arte: artistas, coleccionistas, intermediarios, curadores, críticos y museos, y la ganancia tiene que volver al eslabón primario de esa cadena, de otra manera tienen que continuar haciendo catálogos o muestras para sobrevivir, se trata de dignificar el trabajo».

TELAM

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