El origen medieval de la leyenda de San Jorge

Recordado como un santo y mártir de tiempos del Imperio romano, en el siglo XIII san Jorge se había convertido en ejemplo de caballero andante por su legendaria lucha con un malvado dragón para salvar a una indefensa princesa

San Jorge y el dragón. Óleo sobre tabla de Carlo Crivelli, 1470, Museo Isabella Stewart, Boston.  Wikimedia Commons

En el siglo XIII se popularizó en toda Europa una leyenda en torno a un santo que mataba a un dragón y liberaba a una princesa. La versión más característica de la historia se encuentra en La leyenda áurea, de Jacopo da Varazze (conocido también como Jacobo de la Vorágine), una recopilación de vidas de santos que tuvo gran difusión. En esa obra se cuenta que en una ciudad de Libia llamada Silca había «un lago tan grande que parecía un mar», y que en ese lago se ocultaba un dragón temible, «de gran fiereza y descomunal tamaño». El monstruo tenía atemorizados a todos los habitantes de la comarca y emitía un hedor mortal. Para apaciguarlo, las gentes le echaban ovejas, pero cuando éstas se agotaron decidieron arrojarle también personas, elegidas por sorteo. Le llegó así el turno a la hija del rey de la ciudad.

Ésta se dirigía al lago, resignada a su suerte, cuando apareció un caballero, que de inmediato se abalanzó con su lanza contra el monstruo. Una vez lo hubo derrotado ordenó a la princesa que lo sujetara con su cinturón, como un perro faldero, y se dirigieron a la ciudad. «¡No tengáis miedo! –gritó el caballero a las gentes aterrorizadas–. Dios me ha traído hasta esta ciudad para libraros de este monstruo. ¡Creed en Cristo y bautizaos! ¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos hayáis recibido el bautismo!» La multitud obedeció y el caballero dio muerte al dragón. 

El protagonista de esta historia es uno de los santos más populares de la Edad Media: san Jorge. Este personaje, conocido desde la Antigüedad, fue en su origen un ciudadano romano, nacido hacia el año 280 en Mitilene de Capadocia, que hizo una brillante carrera militar y se convirtió en un reputado tribuno. Hijo de padres cristianos, fue una más de los miles de víctimas de la «gran persecución» desencadenada por el emperador Diocleciano contra los seguidores de Cristo a partir del año 303. Jorge no quiso abjurar de su fe cristiana, por lo que fue sometido a terribles torturas y murió como un mártir en el año 303, en la ciudad de Lydda (actual Lod, en Israel).

UN SANTO DEL PRÓXIMO ORIENTE 

La tortura a la que fue sometido san Jorge era difícil de aceptar por la sociedad refinada y culta del Oriente del Imperio. Por ese motivo, la noticia de su martirio se difundió con rapidez e impactó en las comunidades cristianas de Asia Menor, de modo que el valiente tribuno se convirtió en un auténtico megalomártir, es decir, «gran mártir». Apologetas del cristianismo como Lactancio o Eusebio de Cesarea narraron la historia de Jorge. Los detalles del suplicio alimentaron el deseo popular de convertirle en santo, y su figura pronto se convirtió en objeto de culto en muchas iglesias de Asia Menor y de Armenia.

La historia del martirio de Jorge de Capadocia se tiñó pronto de elementos fantásticos, al modo de un cuento oriental. Según una versión de la historia que circulaba en el siglo V, Jorge habría sufrido las torturas más extensas y refinadas durante siete años, y habría muerto y resucitado tres veces, hasta ser finalmente decapitado.

El auténtico san Jorge fue sometido a martirio en el año 303 durante la persecución desatada por el emperador Diocleciano. Pintura al óleo de Pedro Pablo Rubens dedicada a su ejecución, 1577, Museo de Arte de Burdeos. Wikimedia Commons

Las autoridades, como el papa Gelasio, advirtieron sobre lo dudoso de estas fantasías, pero ello no impidió que en el siglo V él mismo lo subiera a los altares, como uno de «esos santos cuyos nombres son justamente reverenciados, pero cuyos actos sólo son conocidos por Dios». Esta incertidumbre afectó a un tema de singular importancia, la fecha de su día de nacimiento (dies natalis), el que solía elegirse para la celebración anual de cada santo. En el caso de san Jorge, los análisis filológicos han podido demostrar que el 23 de abril no es el día de su nacimiento, sino el de su muerte. 

San Jorge se convirtió en un icono cristiano, muy presente en el arte bizantino en la forma de santo guerrero, es decir, portador de una espada. Pero su popularidad en Occidente arranca con la llegada de los caballeros cruzados a Tierra Santa desde finales del siglo XI. Los cruzados descubrieron el sepulcro y santuario de san Jorge en Lydda, y al regresar a sus países empezaron a divulgar las historias legendarias que se desarrollaron en Tierra Santa en torno a aquella figura, y que ellos habían escuchado. San Jorge se convirtió, así, en el espejo de la caballería, en el modelo del caballero cristiano, el miles Christi. El santo encarnaba las virtudes de los cruzados que pusieron su vida al servicio de la conquista de Tierra Santa.

En el siglo XV, san Jorge se convirtió en patrón de la Corona de Aragón, donde la primera fiesta oficial en su honor se celebró en la catedral de Barcelona, cuyo interior vemos en la imagen superior.

De esta manera, en 1098, cuando el ejército cruzado se enfrentó a los turcos liderados por Kerbogha, a las puertas de Antioquía, algunos creyeron ver a san Jorge al frente de un ejército celestial que acudía en su ayuda. Este tipo de leyendas sobre la aparición del santo en batallas contra musulmanes se dieron también en la España de la Reconquista.

Así, se dijo que un caballero que estaba en el sitio de Antioquía fue trasladado por san Jorge a lomos de su caballo para ir en ayuda de Pedro I de Aragón en la batalla de Alcoraz, que tuvo lugar cerca de Huesca en 1096. Asimismo, desde Bizancio la imagen guerrera del santo se difundió al arte occidental; aparece, por ejemplo, en el relieve de la catedral de Venecia, o en la fachada sur de la catedral de Chartres.

EL DRAGÓN ENTRA EN ESCENA 

Fue también entonces cuando san Jorge empezó a aparecer asociado a la figura del dragón, el animal fantástico con el que mantenía un duelo mortal. La primera prueba segura de esta vinculación se encuentra en una pintura de una iglesia rupestre de Soganli, en Capadocia, datada en 1006. Pero la verdadera puesta de largo de la leyenda del dragón se produce a mediados del siglo XIII. En 1241, Bartolomeo da Trento la menciona en una descripción de leyendas cristianas, una cita breve pero completa de todos los motivos que la harán triunfar en los años siguientes: la ciudad amenazada por un animal de las marismas, el ritual del cordero, la hija del rey ofrecida en sacrificio, la llegada milagrosa del hombre joven sobre su caballo blanco en combate victorioso contra el dragón, y, finalmente, la conversión de los habitantes del reino a la religión cristiana.

Todos estos motivos fueron definitivamente fijados en la tradición cristiana a finales del siglo XIII por el dominico Jacopo da Varazze, obispo de Génova, en su Leyenda áurea. La lucha de san Jorge con el dragón se convierte en la alegoría de un combate religioso, denominado también psicomaquia, la pugna eterna del bien contra el mal. De esta forma, la figura de la princesa se puede interpretar como un símbolo de la Iglesia de la fe, a la que defiende san Jorge en su condición de «soldado de Cristo».

TEMA FAVORITO DE LOS ARTISTAS 

A la leyenda de san Jorge y el dragón le esperaba una difusión artística de primer orden. El fascinante relato de Jacopo da Varazze corre de boca en boca por todos los talleres europeos. Pintores, escultores, miniaturistas y orfebres ponen su talento al servicio de la poderosa imagen de un santo guerrero en lucha a muerte con un espantoso animal que tiene prisionera a una princesa. El escenario se prepara cuidadosamente al gusto de la sociedad urbana de los siglos XIV, XV y XVI, y los motivos rituales se acuerdan de antemano en los contratos notariales.

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En las iglesias rupestres del valle de Göreme (Turquía) se encuentran imágenes de san Jorge y de san Miguel. Arriba, interior de la iglesia Oscura, del siglo XI.

Luego, también como fruto de la devoción popular, el santo se convierte en patrón de ciudades y de naciones. En Inglaterra, Eduardo III (1327- 1377) fundó la orden de la Jarretera en su honor, que se convirtió por esos años en patrón del país. En Portugal, también a mediados del siglo XIV, san Jorge sustituyó a Santiago como santo patrón; su concurso fue decisivo, según se dijo, para la gran victoria del ejército portugués dirigido por el condestable Nuno Álvares Pereira frente a los castellanos en la batalla de Aljubarrota (1385).

El culto a san Jorge también arraigó en la Corona de Aragón. En la segunda mitaddel siglo XIV, los reyes de Aragón mostraron un desorbitado interés por conseguir reliquias como la cabeza del santo, una de las muchas de las que se tenía constancia. En 1354, Pedro IV el Ceremonioso envió a Grecia a su familiar Fernando Colomer para obtener la reliquia que se guardaba en Livadia. También aquel año creó una nueva cofradía de caballeros bajo la advocación del santo en la ciudad de Valencia. De este modo, san Jorge se convertía en santo protector de la lucha contra los musulmanes y contra cualquier enemigo, por ejemplo los castellanos.

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En la Edad Media, san Jorge se convirtió en el santo patrón de diversos países, como Inglaterra. A la izquierda, claustro gótico de la catedral inglesa de Gloucester.

La iniciativa de encontrar la cabeza-reliquia fracasó, pero a cambio, en 1377, Leonor de Chipre aportó un brazo del santo que había pertenecido a su familia y que se depositó en el palacio Mayor de Barcelona. Años más tarde, Alfonso V lo regaló al relicario de la catedral de Valencia. En el empeño también destacaron su hijo Juan I y el hermano de éste, Martín I, quien declaró a san Jorge «cabeza, patrón e intercesor de la casa de Aragón». El 17 de abril de 1456, la ciudad de Barcelona celebró la primera fiesta oficial en honor a san Jorge, patrón y abogado del rey Alfonso V.

 

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