En el Día del Libro

Mis libros y yo.

En la vida he sido un hombre afortunado. Al ser mi madre una gran lectora se puede decir que he nacido entre libros. Ellos han sido desde los años de mi infancia mis compañeros infaltables. Ellos me han formado más que los estudios sistemáticos y han influido en algunas etapas cruciales de mi vida.

El primer contacto con la lectura –ya lo he dicho– fue con el libro «Girasoles» antes de saber escribir y también con los relatos orales que mamá me contaba a la hora de dormir, sobre todo algunos episodios de «Las mil noches y una más», «Los tres mosqueteros» o «Los miserables», «El árabe», «El hijo del árabe».

Estando en la escuela primaria comencé a adquirir la primera colección que aún conservo en mi biblioteca: los amarillos e ilustrados de Kapelutz, con las novelas de Julio Verne, «La isla del tesoro», «Chico Carlo», «Juvenilia» de Miguel Cané, «Robinson Crusoe» y tantos otros que a veces abro con nostalgia.

Luego vinieron Emilio Salgari y la iniciación necesaria en las primeras poesías: Rubén Darío, Pablo Neruda, Baldomero F. Moreno, Rafael Obligado, Nalé Roxlo. Y un libro que me marcó mucho por aquellos años: «Shunco» de Jorge W. Abalos, por el cual admiré y sigo admirando a los maestros rurales. En aquellos tiempos quedé prendado de «María» de Jorge Isaac y de «Marianela» de Benito Pérez Galdós. De igual forma la novela biográfica sobre la vida del pintor Tolouse Lautrec, «Maulin Rouge», de Pierre La Mure me despertó el amor y la pasión por la pintura.

Es difícil elegir algunos libros. Yo tengo muchos y a todos los amo por igual. Leo periódicamente a la Biblia (adquiere ese nombre que significa «libros», al pasar los papiros por el puerto de la ciudad de Biblos) y a los clásicos: Cervantes, Shakespeare, los novelistas y poetas españoles de todos los tiempos y a gran parte de los excelentes ejemplares de la editorial «Planeta», encuadernados en piel.

Me impactó mucho la lectura de las «Rubayatas» de Omar Kahiam, «Bomarzo» de Mujica Láinez, la trilogía de novelas de Ernesto Sábato, Balzac, Flaubert, Erasmo, Gonzalo de Berceo, Hemingway, Faulkner y en especial «Cien años de soledad» de García Márquez. No puedo dejar de mencionar a Frank Slaughter, John Dos Passos, el Morris West de sus primeros libros, la obra completa de Jorge Luis Borges, Cortázar, Bioy Casares, Mario Vargas Llosa, Ernesto Cardenal, «La Colmena» y «La familia de Pascual Duarte» de José Camilo Cela, Gabriel Miró y un libro que siempre me acompaña: «Platero y yo» de Juan Ramón Jiménez.

Tengo un amigo que es un comprador compulsivo de libros –mi estipendio no me lo permite– el cual siempre me supo aconsejar la lectura de dos o tres a la vez. Y yo me aficioné a ese hábito. Alterno novelas, con poesía, ensayos, historia y de interés general. Me gustan las biografías y los diccionarios de todo tipo y tengo muchos en los anaqueles: etimológicos, los de la Real Academia, de idiomas, de lunfardismos, de términos criollos, de hechos curiosos, enciclopédicos y tantos otros.

Los libros de arte son un deleite y tengo de muchos artistas famosos: Monet, Picasso, Dalí, Xul Solar

Poseo algunos ejemplares muy antiguos y otros muy raros, con exlibris o acotados en los márgenes, con señaladores en algunas páginas que queremos recordar, desencuadernados o amarillentos y otros fatigados por el uso. A pesar de que hacen relación de buena vecindad están colocados un poco al azar, pero yo intuyo si alguno me falta y sé donde está cada uno.

Alos míos, ya son doce los publicados, los tengo en un estante especial junto a la cincuentena de antologías en las que he participado. Son los que menos frecuento, casi los tengo olvidados, en cambio me acuerdo un poco más de los que he prologado, que son varios.

Tengo que decir que los libros dedicados por sus autores han invadido vorazmente mi biblioteca –ya me falta lugar para todos– y son los que siempre abro y recorro por puro placer. Los autores han sido muy generosos al dedicármelos. Y hay de todo como en botica.

Muchos me faltan: el etimológico de María Moliner, diccionarios de filosofía y de mitología, pero siempre habrá tiempo y forma.

Yo puedo decir como Borges: «que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me siento orgulloso de los que leído».

Jorge Castañeda, escritor de Valcheta. Publicado en el diario Río Negro

 

 

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