Muere el director de orquesta Claudio Abbado a los 80 años

Claudio Abbado oticia_normalEl maestro italiano fallece en Bolonia. A lo largo de su carrera fue director musical de la Scala de Milán y de la Staatsoper de Viena.

Claudio Abbado (Milán, 1933), uno de más extraordinarios directores de orquesta de todos los tiempos –aunque él hubiese detestado una denominación así-, ha fallecido esta mañana en Bolonia a los 80 años. El director fue a lo largo de su amplia trayectoria director musical de la Scala de Milán, de la Staatsoper de Viena y director artístico de la Filarmonica de Berlín, donde sustituyó al legendario Herbert von Karajan, rejuveneció a la orquesta y amplió el repertorio hacia el siglo XX. En 2002 fue reemplazado por el actual maestro, Simon Rattle.

Debido a sus condiciones de salud, el maestro italiano había cancelado hace una semana el concierto que tenía previsto ofrecer el 18 de febrero en Bari. Massimo Biscardi, consejero artístico del director, recordó a la sazón que Abbado llevaba desde septiembre sin dirigir «por un periodo de convalecencia que, por desgracia, proseguirá durante unos meses».

Abbado logró superar ya una vez un terrible cáncer de estómago que le había acorralado. Tan difícil fue, que sonó a despedida el Réquiem de Verdi en la Pascua de Salzburgo de 2002. Pero el milanés salió de aquello y siguió dirigiendo mucho tiempo más, como si la vida le hubiera regalado una prórroga para seguir mostrando esa sabiduría musical que ejercía de enlace entre otro tiempo y el presente. Volvió, y lo hizo con una segunda de Mahler (Resurrección). Después creó la increíble orquesta del festival de Lucerna, una formación que funciona como una suerte de All Star de algunos de los mejores músicos de Europa.

Hombre tímido, poco dado a los encuentros con la prensa y empeñado en que se le llamase «Claudio» y no «maestro», ejerció siempre un papel más cercano al antidivo que al aura de superpoder en la que acostumbran a envolverse sus colegas. En los últimos tiempos se convirtió también en una voz firme en contra de los recortes a la cultura, especialmente en su país, donde comenzó la escalada de precariedades en los teatros de Europa. De hecho, una vez afirmó que los tijeretazos del entonces ministro de los Bienes Culturales italiano, Sandro Bondi, eran una «demostración pura de ignorancia».

“Como director estaba en otra dimensión. Era capaz de hacer música conjuntamente. No era un dictador. Mandaba cuando tenía que hacerlo, pero dejaba también seguir a la orquesta. Hacía música con la orquesta. Para él la música era música de cámara. Una orquesta era un quinteto de cuerda un poco más grande. Todo el mundo tenía que entender que todos tenían que ver con el del al lado. Cambiaba siempre todo lo que sucedía. Nunca nada era igual, incluso cuando repetía. Es el arte de combinar los sonidos con el tiempo. Siempre añadía color a ese cuadro. Ha sido un honor ser uno de sus colores”, recuerda el español Martín Baeza-Rubio, trompeta –y ahora director de orquesta- que ha acompañado a Abbado durante muchos años y en la mayoría de proyectos que creó, incluso en la transición entre él y Rattle en la Filarmónica de Berlín. Uno de los momentos más duros. “Por aquel entonces se le descubrió la enfermedad. Fue un shock monumental para todo el mundo en la música. No sabíamos si volvería… Y desde entonces lo hemos disfrutado 13 años más. Siempre decía que la música era su mejor medicina. Y así fue”, señala Baeza-Rubio.

Abbado nació en Milán el 26 de junio de 1933. Era hijo de un profesor de violín y de una pianista y escritora. Poco más que veinteañero, en 1955, se graduó en piano y dirección de orquesta en el Conservatorio de Milán. Aunque, en realidad, soñaba con dirigir desde bastante antes: con siete años ya asistía a los conciertos del director Antonio Guarnieri, como recuerda La Repubblica.

En 1958 se estrenó al frente de la Filarmónica de Nueva York en Estados Unidos. Al año siguiente también debutó en su país, en concreto en Trieste, mientras que en 1960 arrancó su duradera relación con la Scala de Milán, de la que fue director musical hasta 1986 y que renovó hasta el punto de que algunos se refieren a su fase al frente como la «temporada Abbado» del teatro milanés.

Entre 1989 y 2002 fue director artístico de la Filarmónica de Berlín, una de las experiencias más relevantes de su carrera legendaria. Dos pruebas de ello: en 2002, recibió la Bundesverdienstkreutz mit Stern, la mayor distinción que concede Alemania. Y ese mismo año su último concierto al frente de la Filarmónica, en el Musikverein di Vienna, terminó con 30 minutos de aplausos y el público lanzando 4.000 flores al escenario.

Aficionado del Milan, entre concierto y concierto se las apañaba para no perderse los partidos de su equipo. El 30 de agosto del año pasado fue nombrado senador vitalicio, junto con el arquitecto Renzo Piano entre otros, por el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano. En diciembre decidió renunciar al sueldo que conlleva ese cargo y donarlo a la Escuela de música de Fiesole, en la Toscana, para financiar becas para sus estudiantes. «Los músicos, sobre todo los jóvenes, deben aprender a escucharse entre sí», declaraba en una entrevista en 2008 a este periódico.

Desde 2009 vivía en Bolonia. Allí, en 2004, había fundado la Orquesta Mozart, de la que era director musical y artístico y con la que iba a actuar el pasado 5 de diciembre en Viena. Sin embargo, su enfermedad le obligó a renunciar también a aquel concierto.

 

FUENTE: Diario El País

 

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