El legado inacabable de Leonard Cohen

 

Canadian singer-songwriter Leonard Cohen attends a tribute in Gijon, northern Spain on October 19, 2011.   REUTERS/Eloy Alonso/File Photo

Canadian singer-songwriter Leonard Cohen attends a tribute in Gijon, northern Spain on October 19, 2011. REUTERS/Eloy Alonso/File Photo

El canadiense dejó de vivir a los 82 años, pero sus canciones seguirán ahí, siempre. Esta es una aproximación de cómo el cantautor y poeta construyó su legado.

Por Felipe Kraljevich, Emol.

 

«Estoy preparado para la muerte», dijo Leonard Cohen en su última entrevista, meses antes de que apareciera You Want It Darker, disco que completó una trilogía en la que el octogenario poeta y cantante parecía más vivo que nunca, aún cuando en su última entrega— aparecida hace menos de un mes— daba cuenta de su propia mortalidad y se despedía, muy a su modo, de este plano.

El cantautor canadiense deja este mundo a los 82 años y con un legado que pocos artistas podrían siquiera rozar en su trayectoria. El poeta nacido en Montreal en 1934, tuvo una relación atípica con el mundo de la música -responsable de las y de tragedias en su vida- y por lo mismo, es que su legado en este arte es imposible de cuantificar precisamente por su vigencia. Uno de sus composiciones más conocidas, «Hallelujah», ha sido tan versionada que el mismo poeta dijo: «creo que es una buena canción, pero creo que la han cantado mucho».

Antes de entregarle un sustento poético al folk -estilo que adoptó cuando ingresó al mundo de la música- Cohen ya tenía una carrera como escritor reconocido, aunque de escaso éxito comercial. Su cambio llegó en 1966 cuando visitó la ciudad de Nueva York para conocer a personajes como Bob Dylan y la escena de folk-rock que se desarrollaba en Estados Unidos. Cohen, de 33 años, un «anciano» para los estándares de la industria, se dejó influenciar también por el mundo de Andy Warhol y la explosión de The Velvet Underground, dando como resultado el trabajo Songs of Leonard Cohen (1967), un disco que cambió la forma y sustancia de lo que hasta ese minuto, era el folk. Ese primer período musical de Cohen vio el nacimiento de Songs From a Room (1969) y Songs of Love and Hate (1971), en los que el canadiense definió su estilo tanto musical como líricos. Cohen se refugió en la intimidad de la guitarra y en los arreglos mínimos para que sus personajes, oscuros y acabados, tomasen el protagonismo gracias a su voz, siempre grave. Durante esa época aparecen sus himnos «Suzanne», «So long, Marianne» (dedicada a quien fuera su musa, Marianne Ihlen), «Bird on the Wire» y «Joan of Arc».

Pese a que en los setentas Cohen produjo una de sus obras más aclamadas, New Skin for the Old Ceremony (1974), su situación mental era delicada. Con una depresión que venía arrastrando desde inicios de la década, todo quedó de manifiesto cuando trabajó junto a Phil Spector en el álbum Death of a Ladies’ Man (1977), cuyas sesiones tuvieron mucho alcohol de por medio e incluso, un recordado incidente en el que el productor amenazó con un arma Cohen. «No estaba en mi mejor momento mentalmente y realmente, no podía ni mantenerme de pie ahí», relató el canadiense a quien fue su biógrafa, la escritora Sylvie Simmons. Aunque el hit «Hallelujah» no llegó hasta el año 1985, el verdadero despegue comercial y artístico del canadiense apareció tres años más tarde con el registro I’m Your Man, que incorporó de manera exitosa la moda de teclados y sintetizadores con las líricas -con un ácido sentido del humor- y voz profunda de Cohen, sin sacrificar el contenido de canciones como «First We Take Manhattan», «Everybody Knows» y «Tower of song». Fue, sin dudas, el trabajo que también lo acercó a nuevas generaciones de músicos como R.E.M., The Pixies o incluso Nick Cave, quienes participaron en el disco tributo I’m Your Fan (1991). Pese a la aparición del sombrío The future (1992), cuya línea inicial dice «he visto el futuro, hermano, es asesinato», durante gran parte de esta década, Leonard Cohen se recluyó en un monasterio budista, el de Mount Baldy, el año 1995. No se sabría nada del poeta y músico hasta 2001, cuando colaboró en el trabajo Ten New Songs (2001), una colaboración junto a Sharon Robinson y Dear Heather (2004), también un álbum en conjunto con la que era su novia de entonces, Anjani Thomas.

Los signos de su depresión, olvidados en parte gracias a su adopción del budismo -aunque Cohen siempre fue un reconocido cultor del judaísmo- resurgieron cuando uno de sus hijos, Lorca (nacida de su relación con Suzanne Elrod en la década del setenta), descubrió que la manager del músico en ese entonces, Kelley Lynch, sustrajo más de cinco millones de dólares de la cuenta de retiro de su padre. En 2008, un Leonard Cohen de 75 años se tuvo que embarcar en un tour mundial para recuperar parte del dinero sustraído. Fueron intensos 18 meses en los que realizó más de trescientos shows, además de recibir el premio Príncipe de Asturias en 2011, y que se coronaron, en 2012, con la aparición de su primer disco de material inédito en casi diez años, Old Ideas. De ese trabajo, el cantautor dijo en su minuto que era «un manual para vivir con la derrota». Curiosamente, se transformó en su disco más exitoso. A este le siguió Popular Problems (2014), un registro que también recibió el beneplácito de los medios, en especial por su particular visión del blues y su estilo moderno, minimalista, de abordar los arreglos para realzar la voz grave y rasposa de Cohen. «Dependes de cierta resiliencia que no te pertenece, pero que está presente», le diría a la revista Rolling Stone el canadiense en el estreno de ese trabajo, y agregaría que «si puedes sentirla o sentir la capacidad de continuar, significa mucho más a esta edad que cuando lo hice a mis 30 años, cuando lo daba por hecho».

Y aunque para la aparición de su más reciente trabajo, You Want It Darker, haya dado muestras de su propia mortalidad, fue el propio Cohen quien tuvo que aclarar que se trató de una «exageración». «Siempre he sido algo propenso al drama», señaló antes de mencionar «intento vivir para siempre». Quizás por ello Bob Dylan lo llenó de elogios diciendo «cuando la gente habla de Leonard, obvian mencionas sus melodías (…) que junto a sus letras son su verdadera genialidad». Porque ahí radica el legado que Leonard Cohen deja tras su partida.

 

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