Entrevista a Juan Sasturain

El periodista, escritor y director de «Fierro» analiza el presente de un mercado que se redujo al mínimo en los últimos 20 años.

«Fierro», única sobreviviente de una estirpe que llegó a ser masiva en nuestro país, se sostiene con jerarquía y reconocimiento en un mercado que se hizo añicos en los 90. Juan Sasturain, que es escritor, periodista, guionista de historietas pero sobre todo un enorme divulgador cultural, explica en esta entrevista el porqué de esta realidad.

Sasturain estuvo la semana pasada en Cipolletti y Neuquén para dar charlas organizadas por el Plan Nacional de Lectura.

–¿Por qué hay tan pocas revistas de historieta en la Argentina?

–¿Revistas de historietas al estilo de las que conocimos antes? Parece la respuesta de un político, de un economista: no sólo es un problema de la Argentina, en el mundo sucede. Revistas con esas características, un mensuario, que tenga distintos personajes, géneros, historia que continuará, prácticamente no existe más. En esa tradición, que es la tradición de nuestras revistas que se han parecido siempre más a las francesas, italianas, eso prácticamente no existe. En Francia, tené en cuenta que lo que se vende, y se vende muchísimo, son álbumes de historietas, libros. Que se hacen y se publican sistemáticamente y venden centenares de miles, es una categoría de producción artística absolutamente reconocida. Fijate lo que fue la muerte de Moebius: murió un prócer, un artista. Es un fenómeno absolutamente francés. Después el fenómeno norteamericano es el cómic puro. La historieta equivalente a la nuestra, con distintos autores o variables libres, en los Estados Unidos es minoritaria. Y hay editoriales minoritarias que producen esto. Para un mercado de centenares de millones de lectores es absolutamente mínima. En cambio, el fenómeno norteamericano, todos lo sabemos, tiene que ver con el ‘cómic book’, que es un formato de historieta autoconclusiva, en serie de personajes unitarios que tratan distintos autores, es una producción industrial, a veces con muchísima calidad y otras no tanto. Después están los ‘ponja’. Es otra cosa. Nosotros hemos rebotado. Tenemos nuestra propia tradición que es la revista de historieta que viene desde Columba, Hora Cero, Frontera, todo eso desapreció.

–¿Por qué? ¿No hay mercado?

–En ese sentido los 90 fueron también brutísimos

–¿Y por qué a «Fierro» le va bien?

–No le va bien. Le va bien en este concepto absolutamente minoritario. Es una revista que vende 6 mil ejemplares y que está sostenida por el hecho de que sale con «Página 12» y es una revista barata.

–¿Cuánto vendía «Fierro» en La Urraca?

–No vendía mucho más.

–¿Cuánto vendía «Puertitas», por ejemplo?

–Todas murieron. Vendían muy pocos ejemplares. Además la revista periódica de historieta de la Argentina no es rentable porque no tiene avisadores. Nunca tuvo avisadores. «Fierro», ni siquiera en la estructura de «Página 12». «Fierro» tiene un aviso oficial y después avisos del Club de la Historieta, del submundo de la historieta, no del lector abierto. A mí me hubiera gustado que en algún momento tuviera un aviso de Quilmes, de un vaquero, pero no, los avisadores argentinos históricamente nunca fueron un soporte, siempre fue desdeñado el público lector. Poco poder adquisitivo. Las revistas de historietas pretenden ser masivas, no elitistas. Siempre ha habido fenómenos puntuales.

–Hay revistas que han vendido cientos de miles.

–Ahí está el fenómeno.

–¿Se bancaban con la venta, no con la publicidad?

–Claro. Lo lamentable no es que sólo exista «Fierro», que es una revista chica que vende 6 mil ejemplares y está muy bien, ahí se aguanta. No paga demasiado pero garpa, todo el mundo cobra, vivimos algunos de eso y tiene sus lectores y existe. Existe. Tiene reconocimiento cultural, jerarquía, está bien eso. Lo notable no es que sobreviva «Fierro» sino que no haya sobrevivido Columba. Que no hayan sobrevivido las grandes editoriales que eran el Titanic. ¿Cómo iban a dejar de existir? Si existían desde siempre y vendían centenares de miles de ejemplares. Los 90 las reventaron, la importación masiva, la apertura del mercado de todas las revistas de superhéroes, el manga, más la conexión con la tele, que hoy en día es absolutamente imposible de soslayar. La conexión con la tele de ese tipo de revistas de historietas hace que el lector, el que mira la serie, ve la película y lee la historieta pertenezca a un circuito de consumo de la historieta, del cómic, no de la historieta, de su ideología, que es independiente de cualquier otra propuesta.

–¿Se podría hacer un paralelismo con el tema de la lectura de libros?

–No necesariamente, es otra cosa. La historieta en los años cincuenta, cuando nosotros éramos chicos, era masiva porque era ese lugar de la aventura accesible y barata, pero no existía la tele. Entonces era el domicilio de la aventura, el espacio donde la dosis de aventura que uno necesita para crecer, estaba. Y había una industria nacional y cultural muy poderosa. Entonces, en vez de haber una revista de aventuras en el quiosco, había veinte revistas distintas todas las semanas, que vendían centenares de miles de ejemplares. Pero también existían las revistas de humor que ahora tampoco existen.

–Tampoco hay tiras de humor.

–No, están las historietas que funcionan y son populares. Son las que están adosadas a algún medio gráfico masivo. Por ejemplo, Maitena que fue un fenómeno extraordinario y maravilloso, además de absolutamente talentosa; Liniers, en los últimos años, que pasan del diario al libro, pero no pasan por las revistas de historietas.

Entrevista: Martín Belvis martinbelvis@rionegro.com.ar

Diario Río Negro

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