Según informó el portal diariamenteneuquen, este sábado, primer día de octubre, dejó estos lares terrenales Alicia Fernández Rego. Hacía tiempo que se había ido alejando, ella sola, recatada en su intimidad, sufriendo lo que tenía que sufrir, amando lo que tenía que amar, viviendo lo que tenía que vivir.
Fernández Rego fue, por mérito propio, la gran dama del teatro neuquino. En tiempos primigenios del desarrollo provincial incipiente, anduvo formando los primeros elencos, cuando eran jóvenes e inexpertos todavía en cuestiones del arte artistas neuquinos como Naldo Labrín, como Darío Altomaro. Desde la librería Siringa, que habitaba allí en plena avenida Argentina, cerquita del cine Español, casi mirando el monumento al general San Martín, ella lucía con luz propia mientras su gata dormía entre los libros de la vidriera, y los vecinos pasaban y entraban y hacían menesteres que ahora parecen olvidados, arrasados por los smartphones, por las redes sociales y las urgencias del Whattsapp.
Fue homenajeada, tardíamente, como suele ocurrir, pero no fue eso lo que la conmovió, nunca, casi nunca. Ella era amable, gentil, y miraba muy adentro. En uno de sus últimos espectáculos, montado por Labrín, “Al Filo del Alba”, pudimos apreciar su vigencia cuando ya los años habían dejado las profundas huellas del adiós en su rostro.
Ahora, se ha ido de estos lares. No se irá del recuerdo, donde habitan aquellos que valieron la pena.
Anexo
Hablar de teatro neuquino es hablar de Alicia Fernández Rego. Directoria, actriz, maestra y dramaturga, fundó su vida en base al teatro. Le dedicó esfuerzo, ideas, horas de familia y amigos, su corazón y su talento y hoy merece ser nombrada con mayúsculas y con el título de «madre del teatro neuquino».
Nació en Roca, pasó su niñez y adolescencia en Buenos Aires, donde estudió arte dramático. Luego se radicó en Neuquén y en estas tierras patagónicas no paró de crear, recrear, formar y dejar huellas.
Fue la maestra de grandes como Alicia Villaverde, Darío Altomaro, Jorge Capellán y tantos otros.
Trabajó duro por la cultura neuquina y hoy aún lo sigue haciendo desde talleres o simplemente desde su experiencia cuando se hace voz.
Junto a Kune Grimberg, su esposo, armó y creó proyectos, salas y grupos teatrales en Neuquén, América, Europa y Asía. Nunca bajó los brazos y siempre estuvo cerquita del teatro. El año pasado en la Fiesta Nacional del Teatro recibió el premio a la trayectoria, un galardón que fue recibido con emoción y orgullo, pero también con la humildad que tienen los grandes personajes como la señora Fernández Rego, que sabe que los destellos del éxito y los galardones no son nada comparados con el reconocimiento de sus pares y de sus alumnos. (Fuente)
