Casi dos meses después de su muerte, el entrañable Solitario George, último macho de la especie de tortuga gigante Chelonoidis abingdoni, sigue siendo noticia. Es que este anciano morador de las Islas Galápagos podría tener descendencia, a pesar de haberse negado a copular con las hembras que le eran proporcionadas durante décadas. Suena extraño, pero es científicamente real: los especialistas del Departamento de Conservación del Parque Nacional Galápagos informaron que el cuerpo de George fue congelado inmediatamente después de su muerte, y luego de la autopsia se preservaron sus órganos reproductores; ahora intentarán utilizar su esperma para inseminar de manera artificial una hembra de su especie, logrando así detener la extinción de la Chelonoidis abingdoni.
De esta manera se completa el circuito destinado a perpetuar la memoria de tan excéntrico símbolo de la vida y la longevidad: luego de embalsamar su cuerpo para convertirlo en objeto de museo, de construirse un memorial en su homenaje, ahora la ciencia aporta su colaboración, permitiéndole la trascendencia como especie aún después de muerto.
