Los amores de Richard Wagner

mujer-wagner-foto--644x362Celebramos los 150 años del estreno de «Tristán e Isolda» recordando los amores del compositor sajón.

El 10 de junio de 1865 se estrenó la Ópera «Tristán e Isolda» en el Nationaltheater München (Teatro Nacional de Munich). Obra lírica en el wagnerianismo, menos épica y más romántica, fue criticada vehementemente por su voluptuosidad por los viejos críticos alemanes. Friedrich Nietzsche, admirador temprano de Wagner, afirmó que era «una obra de peligrosa fascinación, de una inmensidad estremecedora y dulce». Una «liberación», llega a afirmar que considera la pieza un «contraveneno por excelencia para todo alemán» y sus excesos lógicos. La introducción, que Richard Strauss, llega a afirmar que resume «el anhelo de todo el siglo XIX», deja bien clara la reivindicación del amor desesperado.

Isolda lo deja claro al inicio del acto II, en su diálogo con su doncella Brangäne:

«Me lleve adonde me lleve,

acabe la obra como la acabe,

resérveme lo que me reserve,

condúzcame adonde me conduzca,

en sierva suya me he convertido»

La vida de Wagner le tuvo también como «siervo» del amor. El propio compositor recoge en su autobiografía sus relaciones a través de la picaresca y la fascinación. Recuerda su primer amor, Therese Ringelmann, a través de la poderosa imagen de un «un collar de perlas que enrollaba a través de su cabello». Otro amor de juventud, Friederike Galvani, a la que asume origen italiano, fue un proceso natural de romance «como la primavera que aparece y el invierno que se va poco a poco». Volverá otra vez a ver a Friederike, ya casada con un músico y madre para desaparecer de su vida.

Su primera esposa será Minna Planer, nacida en 1835 en Oederan, en la misma Sajonia. Seducida por Ernst Rudolf von Einsiedel, capitán de los guardias del Rey, tuvo una hija con él que fue educada como su hermana para evitar la presión social. Luego de este suceso, que tuvo lugar con apenas quince años, se consolidó como una actriz de gran belleza y talento. Conocerá a Wagner con apenas 24 años, en Bad Lauchstädt.

A él le fascinó, afirma en su biografía, su aspecto «gracioso y lozano, la joven actriz se distinguía por un gran comedimiento y una grave seguridad en sus movimientos y en su conducta». Poco después inició una relación amorosa, bastante libre para el tiempo y que evoca en sus cartas (más de 400, afirma la investigadora Dorothee Riemer) la sensualidad de sus obras: «Eres parte de mi, y sin sentirte en mis brazos siendo que algo me falta». Este carácter libertino, mundano, de Planer se concretará con la fuga de esta con un comerciante en 1837. La vuelta al hogar del compositor acabará en la prohibición de volver al mundo bohemio del teatro. Duraron como pareja hasta 1962, y el compositor la mantuvo con una pensión hasta su muerte en Dresde, cuatro años después.

A esta musa terrenal, quizá demasiado mundana, le siguió Mathilde Wesendonck, considerada como su «ángel de la guardia» en su exilio suizo. Quizá su Isolda, con esa idea del amor puro y platónico, ya desde que se conocieron en 1852. Casada con Otto von Wesendonck, la descubrió teniendo ella apenas 23 años. En esa Suiza de burgueses acaudalados que patrocinaban sus excesos, los dos tuvieron relaciones sentimentales que inspiraron, según los expertos, obras como «La Valkiria» o la citada «Tristán e Isolda». La relación a tres en la última Ópera citada es para Detlef Giese, dramaturgo de la Ópera de Berlín, una reconstrucción de lo que sucedió entre Mina, Mathilde y el propio Wagner. La propia Wesendonck tenía talento para la poesía, y sus letras sirvieron para sus canciones dentro de «Tristán e Isolda»:

«Y creciendo, y floreciendo,

y soñando, exhalan su perfume,

y se marchitan, dulcemente, sobre tu pecho

para descender después al sepulcro».

Minna llegó a escribir a Mathilde que «el corazón le sangraba» por alejar a Wagner de su lecho. Esta relación fogosa se apagó con el tiempo, y el biógrafo de Wagner Louis de Fourcard describió a la von Wesendonck poco antes de morir releyendo las «viejas cartas de amor de Wagner». Tuvo, afirma Fourcard, el orgullo de decir «Yo soy Isolda»

La segunda esposa de Wagner, Cósima, nació en Bellagio, en la frontera entre Austria e Italia. Era la hija ilegítima entre el húngaro Franz Liszt y la condesa Marie d’Agoult. Dejó en 1862 a su marido, el pianista Hans von Bülow, y tuvo dos hijos con Wagner a lo largo de esta década de los 60. A pesar de todo, este matrimonio feliz no impidió un pequeño «affair» del compositor con la escritora y orientalista Judith Gautier

Esta es la etapa doméstica del compositor alemán, alejada de los tríos amorosos de la década pasada. Cósima fue la guardiana de llaves de la herencia del compositor. En 1874 él la escribe «esa eres tú; tú lo eres todo ». A Cósima también le dedicó el «Idilio de Sigfrido» composición menor en su trayectoria, y coincidió con ella en los ideales ultraconservadores. Compartió con él un furibundo antisemitismo, y posteriormente se vinculó intelectualmente y familiarmente con el escritor racialista Houston Stewart Chamberlain.

A la muerte de su marido, estuvo con el cadáver varios días, incluso luego de su embalsamamiento. Cortó su cabello en un gesto poético para depositarlo en el pecho del cadáver de Wagner.

 

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