La mayor exposición será en Oslo, con más de 250 obras del pintor. En tanto, el 7 de febrero se lanza un libro sobre su pintura más famosa.
¿Cómo fue que la figura andrógina y calva pintada por Edvard Munch en 1893 pasó de ser un fracaso a convertirse en la obra mejor cotizada del siglo XXI? El historiador Bjarne Gundersen y el director del Museo Moderno de Louisiana, en Dinamarca, Poul Tøjner, exploran el fenómeno de El grito y los detalles de su ejecución en un nuevo libro que se lanza el próximo 7 de febrero, en Noruega.
La excusa para la publicación del volumen es perfecta. Durante todo este año, Noruega celebra los 150 años del artista nacido en Løten, al norte de Oslo, el 12 de diciembre 1863, y lo hace con más de 40 actividades desplegadas en varios lugares del mundo. La primera ya partió en octubre pasado: la exposición El ojo moderno, que reúne fotografías experimentales de los años 20 hechas por el propio Munch, quien se inspiró en el fotoperiodismo, el cine mudo y el teatro para sus pinturas de corte expresionista. La muestra itineró por el MoMa de Nueva York y la Tate de Londres, para ahora exhibirse en el Museo Munch de Oslo, hasta el 17 de febrero.
Al mismo tiempo, la galería Thiel, en Estocolmo, inaugura el 9 de febrero una muestra con todas las obras de Munch de su colección, que van de 1880 a 1910. Entre ellas están Desesperación (1892) y El niño enfermo (1907), donde el artista anticipó su estilo simbolista de trazos expresivos y sus temas relacionados con la soledad y la muerte.
Para 1890, Munch ya era bastante conocido. Tenía muestras en Estocolmo, París y Oslo. En 1893, durante su estadía en Berlín, pintó El grito, obra que muchos leyeron como expresión de sus tormentos: siendo joven, su madre y hermana murieron de tuberculosis y su padre tenía problemas psiquiátricos.
La pintura tomó luego un carácter universal como ícono cultural de la posguerra: durante la invasión nazi a Noruega, Munch fue tratado como loco y sus pinturas fueron prohibidas. Una de las cuatro versiones que pintó de El grito se salvó de ser destruida, siendo escondida en un granero.
Fue justamente esa copia la que en mayo pasado se subastó en Sotheby’s en US$ 120 millones, convirtiéndose en la obra más cara vendida en un remate. Como parte del año Munch, la pieza se exhibirá hasta marzo en el MoMa de Nueva York.
Sin embargo, la exposición más significativa se abrirá en junio en dos sedes: el Museo Munch y la Galería Nacional de Oslo y reunirá 250 pinturas y 50 obras sobre papel. Entre ellas destaca la serie El friso de la vida (1900) y Madonna (1894), que fue robado en 2004 por delincuentes y recuperado dos años después.
La influencia de Munch
En Noruega, el único artista que alcanza la altura de maestro de Munch es el dramaturgo Henri Ibsen. Ambos se encontrarán en una muestra que analiza la influencia del escritor sobre el pintor. “Cuando leí a Ibsen me acerqué a mí mismo”, anotó Munch, quien hizo los decorados para el debut de los montajes Los fantasmas y Hedda Gabler. El museo Ibsen exhibirá la relación a partir de marzo.
Mientras que 80 años más tarde el padre del arte pop, Andy Warhol, también se encantó con el trabajo de Munch, realizando una serie de litografías de 1984, donde se apropia y re-imagina las obras clave del artista, incluyendo El grito y Autorretrato con brazo de esqueleto. Las obras son prestadas por el MoMa y el Museo Andy Warhol, más otras 30 piezas del noruego cedidas por el Museo Munch que se exhibirán desde abril en la Casa Escandinava de Nueva York.