Un libro para cada ocasión

Te proponemos lecturas según el estado de ánimo en el que te encuentres.

Por Camila Lozzia. Especial para RevistaOHLALA.com

Hay una página de Tumblr ( bookfessions.tumblr.com ) a la que recomiendo entrar porque cada entrada es una confesión anónima acerca de lo que le inspira a esa persona el vasto mundo de los libros, relacionando la literatura con algún aspecto de su vida. Dentro de las tantas, y diversas, confesiones que hay, leí una que me hizo desarrollar una teoría acerca de cómo se relaciona lo que leemos con nuestro estado de ánimo.

El señor/a de la confesión 862 afirmó que cuando se levanta a la mañana y el día está gris (circunstancia bajo la cual asumimos que, como el resto de los mortales, se ve tentado a permanecer en la cama), encuentra el antídoto a la pereza pensando en su colección de libros y en las grandes historias que ésta contiene, muchas de las cuales suceden en un día igual o más gris que ese. Es entonces cuando, casi automáticamente, vence esa sensación de incertidumbre que le produce el mal tiempo y comienza el día esperanzado, como sabiendo que, al igual que en sus libros, a él también puede pasarle algo fantástico. Pensé entonces en la gran influencia que la literatura tiene en nuestro estado de ánimo, y también en cómo nuestro estado de ánimo influye la literatura que elegimos leer.

En un día inestable como la mañana de aquel señor, en el que nuestra mente no percibe claramente casi nada, quizás necesitemos un narrador frontal, una prosa simple, de oraciones cortas, probablemente no queramos andar con vueltas. Distinto es cuando estamos de vacaciones y el tiempo no parece ser un impedimento, podemos detenernos entonces en largas descripciones, y disfrutar cómo cinco minutos en la historia se traducen en una narración que dura cinco páginas. El amor nos hace percibir el mundo bajo una óptica edulcorada, y probablemente sonriamos al descubrir con qué facilidad nos vemos a «nosotros dos», a ese vos y ese yo de nuestra propia historia, en «ellos dos», los protagonistas de aquel libro acaramelado. Si lo que sentimos es enojo, seguramente busquemos algo un poco más existencialista porque, como diría Gustavo Cerati, «Un poco de miel no basta».

Pareciera que podríamos hacer entonces una tipología de libros según el humor del lector, y me atrevo a empezar la lista para que después, con el tiempo, podamos completarla. Se me ocurren algunas categorías:

– Libros para leer en el subte : » Lo que más me gusta es rascarme los sobacos» , de Charles Bukowski, por su estilo epigramático, accesible, que puede ser interrumpido y uno puede seguir rumiándolo. «El Canalla Sentimental» de Jaime Bayly, por la risa asegurada aún ante el exceso de gente.

– Libros para leer en vacaciones (con el tiempo como aliado): «Al Faro» , de Virginia Woolf. «El loro de Flaubert» , de Julian Barnes: una novela completa, bella, y fácil de leer.

– Libros para leer enamorado (pueden ser leídos también, en algunos casos, de a dos): «Veinte poemas de amor y una canción desesperada» , de Pablo Neruda y «A Poet to His Beloved: The Early Love Poems» de William B. Yeats.

– Libros para leer con el ánimo ofuscado (nota: entiéndase como ofuscado no sólo al que está enojado, sino también al que simplemente no se encuentra alegre, cualquiera sea la razón de su desazón): «El Túnel» , de Ernesto Sábato y «El Extranjero» , de Albert Camus.

Lo que resta ahora es seguir leyendo, y seguir sintiendo, en pos de agregar nuevos nombres, y humores, que nos ayuden a clasificar los libros de nuestra vida.

¿Qué libro agregarías y para qué ocasión? ¿Cuál nos recomendás?

 

FUENTE: diario La Nación, Argentina

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